Después de Propuesta






En enero de 1980, la experiencia de Propuesta terminó. Cada carancho volvió a su rancho, o más bien salió en búsqueda de nuevos espacios donde seguir su camino. El sentimiento principal que nos había unido a todos –redactores, colaboradores, lectores- no tardó en hacerse realidad: la criminal dictadura del proceso militar se fue, repudiada por la mayoría de los argentinos, casi tres años después. Lo que sigue es un breve registro de algunos hechos significativos de esos tres años.  


1980 fue el año de la crisis financiera, con la quiebra del BIR y otros bancos. Hubo hechos novedosos, como las huelgas de los productores de Mendoza y el Alto Valle, y en diciembre se reconstituía la CGT, con Saúl Ubaldini como secretario general. Las Madres reconquistaron la Plaza de Mayo, de donde ya nadie pudo sacarlas, y en diciembre la elección de Adolfo Pérez Esquivel como premio Nobel de la Paz fue un cachetazo al régimen.


Sectores intelectuales hasta entonces en silencio comienzan a levantar un discurso sobre los derechos humanos y a plantear el tema de los desaparecidos. El máximo ejemplo es la solicitada publicada en Clarín en agosto, pidiendo que se publiquen las listas de desaparecidos y se informe su paradero. La firman, entre otros, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y César Luis Menotti. Para apreciar el cambio operado debe recordarse que Borges y Sábato habían asistido al almuerzo con Videla celebrado en la Casa Rosada el 19 de mayo de 1976 (a dos meses del golpe); que a la salida de ese encuentro Sábato declaró ante los periodistas que "El general me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresiono la amplitud de criterio y la cultura del presidente"; que Borges dijo entonces de Videla: "Es todo un caballero". También su posterior visita y apoyo entusiasta a Pinochet. Y las declaraciones de Sábato en 1978: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos".




Algunos artistas empujaban con valentía los bordes de la censura oficial. Mientras León Gieco recorría el interior del país cantando Sólo le pido a Dios, Seru Giran presentaba en el estadio Obras Sanitarias en junio, y editaba en su disco Bicicleta en noviembre, la Canción de Alicia en el país, de Charly García, una denuncia apenas disimulada del terror dictatorial. Y Ricardo Piglia publicaba en Pomaire su novela Respiración artificial.


 


1981 también tuvo lo suyo. El 28 de julio se inauguró el primer ciclo de Teatro Abierto. En un documento presentado en 1984 en Festival de Teatro de La Habana, la gente de Teatro Abierto recuerda: "En marzo de 1981 la dictadura militar que había asaltado el poder en la Argentina cinco años antes parecía imbatible. Sobre la base de una política de terror como el país no había conocido en su historia, el facismo había logrado desarticular al movimiento obrero, intimidar a la población, acallar a los estudiantes, arrasar con la cultura. Treinta mil desaparecidos, miles de presos políticos, un millón de exiliados. El pueblo se había quedado sin sus lideres - muertos, presos o fuera del país- y toda forma de organización parecía casi imposible. Reinaba la paz de los cementerios".


En ese contexto adverso surgió la formidable experiencia de resistencia de Teatro Abierto. Los milicos respondieron incendiando el teatro Picadero, donde se desarrollaba el evento, pero los artistas se trasladaron al Tabarís y siguieron adelante.




Otro hito de ese año fue el estreno, el 30 de julio, de la película de Adolfo Aristarain Tiempo de revancha, con Federico Luppi en el papel protagónico.




En diciembre se produciría la primera Marcha de la Resistencia, con las Madres ocupando la plaza por 24 horas.





Y así llegamos a 1982, con la huelga general del 30 de marzo, las ocupaciones de tierra en San Francisco Solano y la guerra de Malvinas, tras lo cual vino la debacle de la dictadura y el retorno a un sistema democrático, a fines de 1983. Como saldo de toda esta etapa nació una nueva consigna que, todavía hoy, sigue soplando en el viento: