Historias detrás de la puerta  


Entrelazados 

 







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Estos artículos fueron escritos en el marco del programa de Historia Oral del Museo Roca entre 1996 y 1999, a partir de las reflexiones y las discusiones que se sucedieron dentro del  grupo Memoria y Debate en el Museo Roca y en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Estas discusiones fueron desencadenadas por la visibilización de las luchas por la memoria  desencadenadas por las marchas a 20 años del golpe de 1976 y la irrupción de H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad contra el Olvido y el Silencio) en el espacio público. Historias detrás de la puerta y Entrelazados forman parte de una serie de artículos sobre vida cotidiana, memoria y resistencia durante la dictadura de 1976-1983.


La serie comenzó con Recordar el silencio en 1996 a partir de una pregunta acerca del “por algo habrá sido”. Luego llegaron Rituales y palabras. HIJOS, un lugar para la memoria, y entre 1997 y 2000, los artículos presentados aquí. Coincidente con la crisis de 2001, apareció Herida Profunda. Los piqueteros, una mirada desde la historia, en coautoría con María Marta Aversa,  donde se analizaba el imaginario de los piqueteros del MTD de Quilmes y de la sociedad acerca de la dictadura, la violencia y la ocupación de las calles. También en ese año escribimos junto a María Marta Demasiada memoria El papel de la historia oral en la reconstrucción del pasado reciente, una investigación acerca de la influencia y los abusos de las políticas de memoria en la sociedad argentina.


A partir de allí, nuestra mirada se orientó al papel de los artistas en las acciones de resistencia cultural contra la dictadura. Fruto de esta preocupación se publicaron los artículos: A mitad de camino… artistas militantes del partido comunista argentino, Sangre roja, Con ideas conservadoras jamás vamos a hacer la revolución, Memoria, tradición y resistencia y el inédito Fuera de las catacumbas. Pequeñas resistencias contra la dictadura 1976-1983.

Graciela Browarnik

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Historias detrás de la puerta 


Una exploración a través del universo de los secretos, 
de los silencios, de las medias palabras. 1976-1982.




Marina Demarchi
Graciela Browarnik
Colaboración: Verónica Reza


Graciela Browarnik y Marina Demarchi. "Historias detrás de la puerta. Una exploración a través del universo de los secretos, los silencios, las medias palabras 1976-1982". en Voces Recobradas año 1 N° 1, 1998.


Marina Demarchi. Licenciada en Historia Universidad del Salvador. Profesora de historia en nivel medio. Coordinadora del taller de la memoria del Centro Cultural Recoleta 1990-1992.
  

Graciela Browarnik. Profesora de Historia INSP Joaquín V. González, Especialista en Producción de Textos Críticos y de Difusión de las Artes IUNA, Maestranda en Crítica y Difusión de las Artes IUNA, Profesora de Trabajo de Campo II ISP Joaquín V. González, Profesora de Historia en nivel medio, autora de textos escolares editorial Kapelusz y SM. Miembro de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina, Curadora del Archivo Oral de la Biblioteca Utopía del Centro Cultural de la Cooperación.









“Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia
O contamos una historia sobre ellas.”
Isak Dinesen




Este es un avance de nuestro trabajo, cuyo objetivo es analizar de qué manera las modificaciones e interrupciones en los modos de interacción en el mundo de lo cotidiano afectaron el curso de vida de los sujetos sociales, e impactaron en los modos de construcción de las memorias, tanto individuales como colectivas, memorias de este mundo de lo cotidiano en el período 1976-1982. Consideramos este último año, específicamente a partir de la Guerra de Malvinas como corte que precede a una gran transformación en la estructura de la vida cotidiana, transformaciones simbolizadas como una apertura hacia el espacio público.


Este trabajo es una exploración a través de los diferentes relatos y las diferentes formas de ver e interpretar la cotidianeidad de aquellos actores sociales no calificados, es decir, aquellos que no eran sujetos pasibles de ser incluidos en la definición de ninguno de los dos demonios, los que no participaron del “terrorismo de Estado”, ni pueden ser tampoco calificados como “terroristas”.


No se trata de reconstruir acontecimientos sino algunas significaciones, interpretaciones que aparecen cristalizadas en el imaginario social, y también aquellas que no aparecen, aquellas que se ocultan, se callan, se silencian. Trabajamos basándonos en entrevistas individuales e intensivas partiendo de preguntas amplias y muy similares en cada una de ellas, como por ejemplo “¿Qué recuerdos tenés del día del Golpe?”; u otras acerca de la percepción del antes y el después, el orden y el desorden, etc. 



El cuestionario no fue rígido, ya que fue modificándose en el transcurso de las entrevistas. No obstante, elegimos como variables de análisis problemas básicos como los diferentes modos de construcción de la memoria, la interpretación de acuerdo a los niveles de implicancia, valores, prejuicios, temores. En suma, la relación entre vivencia y recuerdo. Estos testimonios no conforman de por sí una muestra estadística, sino que se presentan como memorias contrapuestas, diferentes visiones frente a un período tan polémico y doloroso. 



Se realizaron doce entrevistas intensivas de varias horas de grabación a hijos de desaparecidos, esposas, abuelas, es decir quienes sufrieron las consecuencias del terrorismo de Estado, y a otros actores sociales de sectores medios altos, genéricamente calificados como conservadores, que no fueron afectados por la problemática del período, que no detentaron cargos oficiales ni pertenecieron a instituciones de la esfera pública ligada al proceso militar. En una futura etapa, se incluirán las entrevistas respecto a actores “destacados” vinculados al tema. 




Cabe subrayar la influencia de la implicancia personal en los relatos y la propia interpretación del pasado, influido también por el contexto moral y cultural del propio grupo de pertenencia. En este trabajo entendemos lo público como el ámbito de encuentro con el otro, el espacio de la institucionalidad y lo privado como el espacio donde el individuo toma conciencia de su existencia frente a los muchos, o sea, el espacio no invadido. 



Entre ambos espacios podemos encontrar nexos o fracturas, puertas o muros, es decir, separaciones o posibilidades de encuentro, en la suma de estos encuentros, ocasiones sociales de interacción cara a cara, repetidas diariamente a través de rituales en los cuales se perpetúa todo un sistema de valores, normas y regulaciones, se define el tejido social. Este trabajo se inscribe allí, en esa frontera borrosa entre lo público y lo privado, en un espacio simbolizado por la puerta como posibilidad de apertura o aislamiento frente al otro, y como espacio de responsabilidad moral. 


Abrir la puerta sería enfrentar la configuración del otro, cerrarla y cerrarse, recluirse en los silencios; dejarla entreabierta, ver y no ver detrás de ella las huellas de la penetración del Estado en los lugares reservados a las libertades individuales. Como sujetos de estas acciones podemos incluir tanto a quienes abrieron sus puertas a la acción de un Estado concebido como ordenador y protector como a aquellos que resistieron detrás de la puerta, se protegieron y permanecieron fuera del control del Estado. 


A partir de estos testimonios se nos presentaron los siguientes problemas: 

a)      El uso de las palabras.
b)      Las diferentes percepciones de la realidad, presentadas como dicotómicas.
c)      La interpretación de los “órdenes” morales enunciados.
d)      Las transformaciones en el mundo de lo cotidiano.


a) El uso de las palabras



Dictadura o proceso, asesinos o héroes, subversivos, zurdos o militantes, compañeros. El uso de las palabras revela memorias contrapuestas, modos de la memoria que se oponen en una fuerte carga ideológica y sobre todo una intolerancia manifiesta que trae como consecuencia directa una gran incapacidad para incluir en la historia al otro diferente.

 


b) Las diferentes percepciones de la realidad: el orden y el caos



J., psicólogo. 54 años. Entrevista 20/8/97.

J: En el 75 estaba trabajando bajo dependencia como gerente, en el 76 me largué por mi cuenta, todo el mundo me decía que estaba loco. Yo estaba muy copado con mi proyecto profesional. Había un clima de miedo, de desconcierto un tanto difuso. Conocí gente de mi misma edad, gerentes de empresa que la consigna era que de su casa al trabajo fuese por distintos caminos todos los días con custodios. En esa época ambos bandos se exacerbaban... la fantasía era: esto es un caos, está totalmente fuera de control. Había un desborde de violencia política y de violencia social muy fuerte.


 





Vivi, hija de desaparecido (director de teatro de la ciudad de Mar del Plata) 34 años. Entrevista 13/6/96.


Y... ¿Qué cambió, qué realidad cambió?

Empezando porque íbamos en el coche al colegio haciendo fiesta, a ir caminando o en colectivo sola, con mi vieja quebrada en la cama, y una soledad total y absoluta! Que nadie se te acercara porque era peligroso. ¡YO ERA PELIGROSA! ¡Mirá lo que me endilgaban a mí! A los 13, a los 14 años, yo era peligrosa. Todo eso cambia la realidad de cualquiera. Haber crecido sin amor, sin protección, sin seguridad económica; sentirte perseguido, que te persigan, además de sentirlo. Cambiar de ciudad.¡ Sentir un vacío! Estar mintiendo, estar mintiendo en lo que es uno todo el tiempo ¿Sabés que cansancio? ¡Qué energía! Tratar de no pisar el palito, tener una tensión y una atención para eso ¿No? Para no mandarte ninguna; y eso a mí me cambió mucho también.

A nosotros, a los de nuestra edad, los que en alguna medida conocíamos como era todo antes, sin conciencia, si querés sin conciencia política ni nada, no teníamos idea de lo que pasaba. Uno se movía con libertad. Yo era delegada de mi curso y decía: pienso tal cosa. Tenía una conciencia mínima del lugar donde estaba viviendo y de las necesidades de ese lugar. Eso se perdió con la dictadura. Saber que hacían falta determinadas cosas en el colegio, cómo lograrlas, poder decir lo que pensabas y de repente, de un día para el otro, no podías hablar más, no podías hacer gestos, no podías hacer nada, no podías reunirte más de cuatro cuando en la esquina del colegio antes éramos 700. ¡Era un cambio! Yo no tenía la menor conciencia de lo que era caminar y que te pegaran un bastonazo... hasta que la tuve... hasta donde las cosas eran prohibidas, a mí me paraban. Yo iba al colegio de noche y me paraba un cana con un libro bajo el brazo y me quería llevar adentro. YO IBA AL COLEGIO DE NOCHE. ¿Qué quería? ¿QUE FUERA AL COLEGIO SIN LIBROS?

G- Mucha gente piensa que antes del 76 todo era caos y que los militares llegaron para ordenar las cosas.

V: en algún sentido sí. Sentirte perseguida te provocaba muchísimo miedo... yo no tengo la visión del caos y el orden, así como vos lo decís. Primero porque yo no viví en el caos. Yo vivía en Mar del Plata. Mar del Plata es una ciudad bien distinta de Capital. La facultad y que sé yo, si bien había persecución y todo lo que vos quieras, yo viví en la efervescencia toda mi vida que es la que da el teatro. El teatro era efervescente y para mí era normal esa vida. Yo no podía darme cuenta que había otra. Yo no vivía el ”caos” ¡Qué sé yo lo que era caos! Tenía 12 o 13 años. No tenía la menor idea de lo que quería decir caos. Puedo saber que la historia del “Monto”, del “ERP” en esa época era muy dura, pero eso no se veía en Mar del Plata, eso se veía en Buenos Aires, con el movimiento de las facultades y toda esa historia. Allá, si se veía, era muy poco y yo no estaba capacitada para verlo, en todo caso ¡Y después, el orden las pelotas! ¡Para mí era un desorden tener que estar cuidándome todo el tiempo! ¡DE LO QUE HABLABA, DE LO QUE DECÍA, SI ÉRAMOS MÁS DE DOS! ¡ A mí me jorobaba mucho, a mi no me parecía ningún orden!

En todo caso, sí, era un orden... nunca había mucha gente, nunca había grupos reunidos, era una cosa muy prolija, ¡pero que no le servía a nadie! Era un orden muy mentiroso! No era una cosa prolija como cuando vas a Amsterdam. Allí son todos prolijos, hay una sociedad medianamente estructurada, todos andan en bicicleta por el carril de la bicicleta, no andan por otro carril. Sí; es ordenada, naturalmente. Aquí no era natural!. Era como vivir una película. Aunque uno nunca estaba afuera. Uno siempre estaba adentro. Aún cuando pudiera hacerse el tonto; ¡pero que papi no estaba cuando volvías a casa, no estaba! Que mi vieja estaba en la cama... y... estaba en la cama .Que mis hermanos ya no estaban en Mar del Plata... y... no estaban... Querer hacerse el tonto, no podías hacerte el tonto. Podías ser menos consciente, menos aguerrido, Depende de las circunstancias [...]. Pero ¿Qué quería decir ser aguerrido en esa época? En esa época, 13, 14, 15, 16. NADA. Una película de TERROR.

G- ¿No podías entender porque tenías 13 años o porqué?


V- ¡No! Yo tenía 13 años, me ayudaba mucho que fuera chica, no entender nada. Pero mi vieja no entendía mucho más que yo, de pronto viene alguien y te desarma la vida. ¿QUÉ VAS A ENTENDER? ¡Es imposible entender eso! Yo estuve un año a pan y queso, porque yo no me podía quedar dormida, porque iba a venir mi viejo e iba a encontrar a todos durmiendo. Entonces de noche yo no dormía. Dormía después de venir del colegio. ¿Por qué? Porque había que recibirlo a mi viejo. Claro que no entendía nada. ¡Para mí, mi viejo estaba vivo en algún rincón del mundo, y yo lo iba a encontrar, no cualquiera! ¡Además, ese era mi destino!

G- ¿Te sirve cambiar de hoja?

V- Depende de como lo hagas. Si vos cambiás de hoja negando lo que pasó, no te sirve para nada.

G- ¿Se puede dar vuelta la hoja sin una explicación?


V. Eso me lo sigo preguntando. En alguna medida creo que das vuelta la hoja aunque no te des cuenta. No hacés un duelo. No enterrás el tema. El tema no se olvida ni deja de existir como por arte de magia. Dar vuelta la hoja no significa borrar lo que está antes. Significa seguir escribiendo el libro. El libro no se puede parar, porque falta una de las personas. Se tienen que inventar otros personajes y otras historias y seguir escribiendo el libro. Desde ese lado, sí. Tenemos la obligación de dar vuelta la hoja y seguir viviendo. Por uno, por el desaparecido que nos tocó y por nuestros hijos, fundamentalmente. Pero la explicación te queda picando. La necesidad de explicación la tenés, la seguís teniendo aunque pasen 20.000 años. Vos no podés construir a partir de mentirte a vos mismo. Y mentirte a vos mismo significa decir: mi viejo desapareció y quedé congelada en el tiempo. ¡Es mentira! ¡Te quedaste mal, te quedaste quebrado, anduviste a los tumbos, pero escribiste tu historia! A los tumbos, como pudiste, pero la seguiste escribiendo! Sólo que tu historia se modificó. No es lo que se suponía que iba a ser, seguramente. Tenés que seguir. Seguir construyendo...








L., Propietario rural, familia tradicional. 56 años. Entrevista 20/6/97

M: ¿Cómo viviste el golpe del 76?

L: Con alivio, era como un desgobierno. Mucha gente que yo he conocido estaba totalmente de acuerdo y tienen un buen recuerdo de esa época.

M: ¿Qué pensás de los excesos en la represión?

L: Que la guerra en sí es un exceso entonces en todas las guerras hay probabilidades de que existan.







M. Médica, esposa de un desaparecido (estudiante universitario).

“Lo que yo siento es que nosotros también estábamos medio en el limbo de lo que estaba pasando.

G- ¿Tenían miedo de que les pasara algo?

M- ¡Para nada!

G- ¿El día del Golpe cómo fue?

M- El día del Golpe veníamos de San Bernardo. Estábamos en el auto, me acuerdo, escuchando el Golpe, y como que sí... era cantado, bueno.

G- ¿Pero no se asustaron?

M- No.

G- ¿Cómo un día más?

M- No me acuerdo bien. Porque Carolina era una beba de 3 meses ¿Entendés? Estábamos en un quilombo de mudanza de bebesit, la cuna, pero era como que estábamos muy inmersos en nuestro mundo familiar. [...]”







M., docente. 32 años. Entrevista 5/11/96

G: ¿Cómo viviste el golpe militar?

M: Tenía 11 años, en casa casi no se hablaba de política porque mi papá y mi mamá no son muy fanáticos del tema, o por lo menos con nosotros no se hablaba mucho... además vivíamos en el campo, por lo tanto, ahí no pasaba nada. Era una salvación.

Lo que yo percibía era que eran los salvadores, los que iban a poner orden, los que nos iban a salvar de la violencia... de los comunistas. Eso te lo digo como yo lo percibía de chica, que no sabía ni siquiera que eran los comunistas, pero sabía que eran malos. ¡Eran mala palabra! Y bueno. Que los militares nos venían a salvar, iban a ordenar la cosa y nos iban a sacar de encima todo esto, toda esta violencia, el tema de la inseguridad. Me acuerdo que en los primeros años de la presidencia de Videla en el verano, estábamos en misa, en Pinamar, y me acuerdo que entró Videla con algunos más a misa ¡Y yo me acuerdo que me emocioné toda! Por que ¡qué sé yo! ¡La primera vez que veía a un presidente tan cerca! ¡Pero además, a Videla, que era el que nos había ordenado! ¿Viste? Como que para mí era como el Papa, ¿no? Una cosa así, ¡buenísimo! Buena persona. Te estoy hablando desde mi imaginario infantil. Desde mi conciencia infantil. Que yo además tampoco preguntaba, porque no me interesaba. Tenía una realidad completamente ajena a todo esto. Para mí era lo más común del mundo tener un presidente militar. El único recuerdo de presidente civil que tengo, es Perón, lo que duró la tercer presidencia y la loca de Isabelita ¿qué me vas a decir? O sea que para mí, tener un presidente militar, era común, no me impresionaba mal. Mucho peor me había impresionado tenerla a María Estela Martínez de Perón de presidenta.

Lo que yo podía conocer de la vida política del país, era a través de la televisión, y de lo poco que se podía mencionar en casa, que en casa no se hablaba de política, no porque fuese un tema tabú, sino porque no era un tema atractivo o que por lo menos mis padres no hablaban con nosotros. Entonces mi percepción anterior al proceso militar, era una loca que hablaba desde el balcón, entonces, ¿qué me podía llegar a parecer el proceso militar? Algo lógico, algo coherente, algo ordenado. Tenía once años y de vida democrática lo único que viste es una loca que habla desde el balcón, un viejo que se murió, y un despelote que se suponía que había, veo a esta gente, ordenadita, limpita, pulcra, que a través de comunicados da la sensación de que toma decisiones que ordenan, ¿qué me va a parecer?, Lo lógico, el orden establecido.

G: ¿Cuál era el orden establecido?

M: Ese, Ese orden, eso que teníamos en ese momento. Lo único que yo conocía era el desorden, que tampoco lo vivía en mi cotidianeidad, porque mi vida familiar no era desordenada, ni mi vida social...

G: ¿Entonces cómo sabías que había desorden?

M: Porque lo veía en televisión, y porque me lo contaban. Que había bombas, que si ibas a Buenos Aires a visitar a tus abuelos, no levantes una lapicera de la plaza, y si ves un cochecito abandonado no te acerques porque podían ser bombas, después volaron la casa de Lambruschini, esos mensajes fragmentados que te llegaban, te daban una sensación de desorden y de inseguridad, que los militares habían solucionado. Entonces para mi, justamente ese mensaje fragmentado que yo tenía, pero claramente a favor del proceso, me hacía ver a Videla como a un gran hombre, como a un tipo que nos iba a ordenar, que nos iba a salvar del comunismo, de los guerrilleros, que nos iba a salvar del caos, del desorden, de la crisis económica, de la crisis social... no con estas palabras pero así lo veía yo. De la guerrilla, de los asesinatos sin ton ni son, de la inseguridad al civil que iba tranquilamente caminando por la calle... eran los que salvaguardaban eso.







G.L. Docente. Entrevista 26/10/96.


G.- ¿Qué recordás del golpe del 76?

G.L.- dos hechos importantes me acuerdo, una amenaza de bomba que tuvimos que desalojar el colegio, en el 77 sería, y bueno, el atentado de Lambruschini, donde murió la hija, que era alumna del colegio, Paula Lambruschini.

G- ¿Cómo se vivió eso dentro del colegio?

G.L.- Y eso... bueno, tampoco se hablaba mucho, pero fue muy impactante [...]. Después yo trabajé con una compañera de trabajo que cuando llevaba a la hija al colegio, atentaron contra el marido y lo mataron delante de la nena, que tenía 7 años.

G - ¿Quiénes lo mataron? ¿Se sabe?

G.L.- No. No era que lo mataron porque era un tipo importante, sino que lo mataron por fácil, porque siempre hacía lo mismo. Eso sí que lo vivimos con mucho dramatismo, por el tema de que la nena, que era alumna del colegio, que vio cómo lo mataron al padre [...]. El recuerdo que yo tengo es que yo era como si viera una película. Como fuera de la cosa...No parecía real...A mí no me parecía real y a mucha gente. Sí. Cuando empezabas a hablar del tema era como una cosa que no era realidad. De todo. Lo que salía por la televisión.

G- ¿Qué salía por la televisión?


G.L.- ¿Por la televisión? Salían los atentados sobre todo, los atentados contra el gobierno, contra los militares. Toda la cobertura del golpe parecía una película, algo que no fuera realidad [...].

G- ¿Ya se lo esperaban?


G.L.- Sí. No solamente se lo esperaba, sino que en algunos casos lo pedían. Yo escuchaba esa conversación en mis tíos y mi padre de que los militares tenían que hacer algo, que esto no se sostiene más, de que no podía ser que gobernara el brujo.

G- ¿Pero se esperaba lo que después pasó?


G.L.- No, no, no. Se esperaba que los militares hicieran algo, pero no se esperaba todo lo que pasó después. Creo que eso, yo siempre lo viví así. Me parecía una película, una cosa que no fuera que estuviera pasando.

G- ¿Cuándo empezaste a creer que esto sucedía, a tener noticias?


G.L.- Yo conviví con mucha inconsciencia creo. Porque inclusive cuando yo entré en la facultad, ya en la facultad estaba todo limpio. No había, viste, un cartel, no había nada [...]. Después del mundial empezó un poco más la conciencia de lo que estaba pasando [...]. Con toda esta propaganda que hizo Amnesty, la gente empezó a tener más conciencia, se empezaron a saber más cosas. Se empezaron a saber cosas como que ahí en Libertador ¿Cómo es que se llama? En la ESMA había una cárcel popular, una cárcel de detenciones [...].

G - Todo ese tiempo ¿Qué sentido le dabas a lo que estaba pasando? ¿O no te preocupaba?

G.L.- En ese momento, era como si viera una película, no me preguntaba mucho qué era lo que estaba pasando. ¿Qué sentido le doy ahora? Ahora me parece que es una época terrorífica, pero no le llego a comprender qué sentido. Yo creo que si ellos, si los militares entre comillas, tuvieron una intención, después el poder los fue llevando a hacer cosas que eran terribles. No sé si ellos tenían pensado. Creo que hubo algún factor de venganza por todo el tema de la guerrilla de Tucumán. Todo el quilombo que se armó alrededor del Mundial era para tapar, para mostrar un país que estaba en orden [risas] un país que estaba bien [...].

G - ¿Estaba en orden?


G.L.- Y. ¡Había un orden! Había un orden en el sentido de que lo que veías era ordenado. No había quilombo digamos. Aparentemente, podías andar por la calle, de hecho yo me movía libremente.

G - ¿Y antes?


G.L.- No. Antes no. Antes había miedo. Antes de Isabel. Y que sí, había miedo en la gente [...]. Yo no me acuerdo, pero había imágenes... Yo no me acuerdo mucho... Imágenes como: “Los que quieren romper el orden, los que quieren destruir la Nación”. Bueno, era un poco el discurso de esa ideología, de la ideología de la estabilidad nacional, la Doctrina de la Seguridad Nacional [...].

G - ¿Qué te producía la imagen de Videla?

G.L.- La imagen de Videla... Y... En un momento fue medio un santo ¿no? Y después de todo el juicio... En el juicio de él, por ejemplo, cuando empezaron a salir todas las cosas... la encarnación del demonio te podría decir que sería la imagen. Era una figura rara, ahora a la distancia. Porque es un tipo muy hierático, pero al mismo tiempo, no parecía tan frío... Inclusive después, cuando fue su proceso de juicio, hasta parecía increíble que ese tipo pudiera haber hecho todo eso.







Elina, propietaria rural, familia tradicional. 53 años. Entrevista 20/5/97

E: Cuando cayó Isabelita fue un alivio, el país era un desorden, no sólo económicamente, no había autoridad. Mientras estuvo vivo Perón era una cosa. Pero cuando murió... Isabelita no era capaz. No había nada. Yo creo que no había otra solución y puede ser que haya habido casos de personas que creían en la democracia, pero la democracia en sí, hacía años que no existía, la gente no tenía conciencia ni tradición democrática. Por lo menos en el grupo donde yo estaba.

M: ¿Qué esperabas del gobierno militar?

E: Había ilusiones, ilusiones de orden. Había gente que hablaba del orden, y que al paredón! Y que Franco y que mucha gente tenía que morir, esto yo lo escuchaba mucho.



c) La interpretación de los “órdenes” morales enunciados


Videla, en su discurso del 25 de mayo de 1976 afirmaba los valores tradicionales que hacen a la esencia del ser nacional, en oposición a la subversión de los valores esenciales del ser nacional. La junta justificaba con esto su accionar en nombre de la moral. Pero ¿Qué concepciones de lo moral se debatían en los ’70?


T: Miembro de una familia tradicional, 74 años. Entrevista 20/8/97.

M - ¿Qué pensás de la represión?

T.- A mí siempre me impresionó, como no te va a impresionar. Por más zurdo que fuera, es un ser humano; y cuando te contaban lo de la ESMA, ¡Cómo no te va a impresionar! Había mucha represión porque ponían bombas estaban muy violentos, a un muchacho de Lanusse le pusieron una bomba y le mataron a la novia.







Elina, propietaria rural, familia tradicional. 53 años. Entrevista 20/5/97

M- ¿Cuándo tomaste conciencia de que existió represión?

E- Bueno. Lo de los campos de concentración, se hablaba, pero no te constaba, que había torturas se sabía ¡y se decía! Que había desaparecido gente en Tucumán se sabía. En realidad lo de los campos de concentración yo por lo menos no lo sabía; pero vos te imaginabas alguna tortura en alguna comisaría, pero una cosa así, no. Se hablaba en conversaciones sociales hasta que punto la tortura, hasta que punto no la tortura, se hablaba, se hablaba.

M- ¿Qué se decía?

E- Tenés la persona que decía, la tortura nunca, la tortura jamás; hasta la persona que decía que si viene un tipo que le tenés que sacar un dato porque sino matan o ponen una bomba por ejemplo y... le tenés que sacar, y si el tipo cierra la boca ¿ Cómo lo hacés si no es con tortura?, es decir, la justificación de la tortura, no todo el mundo, pero mucha gente, muchísima, y te callaban la boca cuando te decían eso porque vos también tenías miedo a la bomba y a esto y lo otro y te callaban la boca. Te decían que si el tipo no cantaba moría tu familia, habían raptado a tus hijos o lo que sea y te callaban la boca.

M.- ¿Tu percepción era que la represión se realizaba siempre hacia gente que activaba?

E- Sí, a inocentes no, si no te metías no te pasaba nada.

M.- ¿Esa es una certeza que tenías?

E- Sí, pero hoy en día no, de hecho lo ves. También pienso que hay mucha gente que dice mi hijo no hacía nada y probablemente no sabía si estaba o no, también se que había gente que hacía y no la metían porque estaba protegida. Los comentarios cada vez trascendían más. Se cuestionaba: ¿será cierto no será cierto? Que reprimían lo que tenían que reprimir yo no tenía dudas, yo pienso que te planteabas, no si estaban haciendo las cosas bien, te da terror, preferís no saber, porque además no podías hacer nada. Yo no conozco a nadie que no haya estado metido en nada y que le haya pasado algo, pero habrá habido, en toda guerra también mueren inocentes, pero si era una guerra, el gobierno no estuvo a la altura de las circunstancias porque el guerrillero no era la autoridad, pero el otro sí. Entonces que haga las cosas como Dios manda y que se comporte como autoridad, actuando abiertamente.







L., propietario rural, familia tradicional. 56 años. Entrevista 28/6/97

M: ¿Qué pensás de la represión?

L: No me importaba, para nada, no me interesaba quiénes eran, aplaudía eso. Cuando se lucha contra un enemigo de características celulares hay que tomar todos los indicios que uno puede.

M: ¿Pensás que tendrían que haber hecho público su accionar?

L: A mi me da lo mismo, a mi y a muchísima gente.

M: Si es tanta gente ¿por qué no hablan?

L: Por compromisos político, por comodidad, y otros por no salir a debatir.







Elsa Pavón, abuela de Plaza de Mayo.

E: ¿Por qué? Porque querían cambiar el mundo, ¿viste? El mundo nuevo, ella me dijo:
- Mami, porque yo no quisiera que haya más gente como vos que viviste toda la vida, siempre faltándote el dinero, porque yo no quisiera que ese hombre tenga que estar trabajando, que tenga una jubilación digna para que no tenga que estar trabajando, para que el día en que Hugo se jubile, puedan vivir tranquilos con ese dinero y para que todos los chicos tengan las mismas oportunidades de estudiar, no tiene por qué haber diferencias.

G: ¿Qué pensás ahora, sobre eso?

E: ¿Qué pienso de la lucha armada? Con respecto a esto, mirá, yo creo que cada cosa hay que leerla dentro de determinado contexto político. Yo no creo que se pueda si hoy, estuvieran estos chicos, saliendo a luchar como lucharon en los ‘70, hoy serían locos, no es el momento político ni del país, ni del mundo; yo creo que cada cosa va dentro de un determinado contexto general., porque ni nosotros estamos fuera del mundo, ni las personas están fuera de la sociedad. En ese momento, todo el mundo estaba armado en un cambio, estaban los hippies, había empezado Cuba, o sea, había movimientos en todo el mundo, cambio de música, había muchos cambios, era como la efervescencia de un cambio mundial, en el cual había muchas cosas, en ese momento se había empezado a luchar por el amor libre, un montón de cosas que hacían que, si no estabas dentro de ese contexto, dónde estabas. De eso, nos podíamos correr los adultos, que nos poníamos la anteojera, y laburábamos, y seguíamos adelante; pero la gente joven, que recién estaba naciendo, que estaba saliendo del cascarón, eso era lo natural; así como hoy uno piensa por qué son tan indolentes, pero es que hoy es todo el mundo indolente. Hoy no hay dos personas que sean capaces de apoyarse la una a la otra, y esto es un trabajo de muchos años, y yo creo que comenzó cuando se empezó a pensar en las desapariciones, porque esto es una sistematización, no creo que se le haya ocurrido a los militares nuestros, no son tan inteligentes como para pensar que ellos puedan pensar algo productivo, esto tiene ideólogos muy importantes, que no sé dónde están, ni sé quiénes son, y sí me gustaría preguntarles qué pretenden con esto. Según lo que me contaron a mí, los primeros desaparecidos, pienso que son los que mejor se la llevaron, porque los mataron en seguida, después los otros, ya tenían el fantasma de que iban a desaparecer, y que sus familiares iban a estar buscándolos, creo que tenían un fantasma muy pensado, sin darse cuenta de realmente lo que pasaba, yo creo que ellos no se dieron cuenta de la magnitud. Yo creo que ellos no se dieron cuenta de la magnitud de lo que pasaba, que no lo pudieron creer. Hay muchos que eran demasiado idealistas, como para poder creer que pudiesen pasar determinadas cosas, es mi idea...

G: ¿Por qué pensás que hacían desaparecer? ¿Por qué tanta gente, además? ¿Por qué pensás que habrá sido, el famoso: ‘Por algo habrá sido’, ‘Por algo será’?

E: Y, hoy pienso que es porque era una manera de sembrar el terror entre toda la gente, entre los que quedábamos afuera, era sembrar el terror, por un lado; por otro lado, era una manera de cortar las redes, la malla de la solidaridad, que hace que todos nos interesemos por lo que le pasa al otro; si en la casa de al lado desaparece gente, yo cierro las ventanas y me quedo quietita adentro, no sea cosa que se den cuenta que yo estoy ahí, y porque vi, me lleven. Y la malla de solidaridad se rompió, la fueron rompiendo, empezaron a romperla hace muchos años, y hoy, hasta han atomizado todo.







M., docente. 32 años. Entrevista 11/6/97

Durante la guerra de Malvinas una compañera nuestra se puso a llorar, y la miramos, [y dijo:] - ¿No se dan cuenta que se va a morir gente?.

G: ¿Y por qué no sentían eso antes?

M: Porque no percibíamos que se estuviese muriendo gente. Es más, para mí fue una sorpresa enterarme que los militares habían matado gente, yo no sabía que habían matado gente, no tenían ni idea. Y todas nos quedamos sentadas, diciendo: cómo puede ser que esta gente estúpida esté festejando en la calle, con la bandera, cuando hay chicos que se están muriendo, o que se están por morir. O sea que la muerte, no era una cosa que a nosotros nos pasase por alto, ahí está claro; ninguna festejó, ninguna aplaudió, ninguna se alegró de la guerra. Pero ahí te das cuenta que la muerte no nos pasaba por alto, lo que pasa es que nosotros no sabíamos que estaba muriendo gente, nos enterábamos de un encontronazo entre militares y terroristas, o y...pero era gente que estaba en la lucha armada, y que se jorobe, si te metiste en la lucha armada, es porque sabés que te podés llegar a morir, aparte eran los malos, ¿viste?, es como que no te importa mucho; estos no, estos eran chicos argentinos que no eran malos. El del ERP, era un tipo que se había metido en la lucha armada, y que a propósito quería desestabilizar el país; entonces, bueno, alguno se habrá muerto, esa era la percepción. Pero tampoco concretamente nos enterábamos si se morían o no. A mí, el tema de los desaparecidos, y qué sé yo, yo me enteré cuando terminó todo, que me vine a vivir acá, y que empezó a salir todo a la luz. Entonces, no estaba muy presente entre nosotras el tema este de la muerte, de los desaparecidos, de los fusilamientos; para mí fue una gran sorpresa, después. Sí, ya te digo, estos enfrentamientos armados que había, bueno, pero eran los que ponían bombas, eran los que ya estaban metidos en eso, y además eran los que mataban gente inocente, es decir, así lo pensaba yo, entonces, bueno, mal iban a acabar.



d) Las transformaciones en el mundo de lo cotidiano


Elina, propietaria rural, familia tradicional. 53 años. Entrevista 20/6/97

E: En el gobierno anterior al golpe del 76, no estábamos viviendo en un Estado de derecho, arbitrariedades escuchabas todos los días, teníamos un gobierno democrático y ¿dónde estaban nuestros derechos con la Triple A? Te llamaban para avisarte que quemaras los libros de Freire y todos esos libros tercermundistas, también me avisaron que guarde las armas que tenía Martín /su marido/ para cazar. Lo que quiero decir es que no practicábamos nuestras libertades no era un cambio tan...

M: ¿Aparecieron nuevos límites en tu cotidianeidad en el 76?

E: Tendría que ponerme a pensar, tenía una vida muy tranquila, con tres chicos... Nunca me sentí perseguida y nunca me pasó nada. Te tenías que cuidar si te paraba la policía, ni se te ocurría discutir una boleta, ¡siempre llevar el documento!

M: ¿Eso te molestaba?

E: No, te parecía lógico, vos considerabas que los tipos tenían tanto miedo como vos esa era la sensación que yo tenía. Había mucho miedo de las dos partes. Las comisarías cerraban a la noche, cerraban las calles, no podían pasar los autos frente a las comisarías, y ¿por qué? ¡De miedo!







L., propietario rural, familia tradicional. 56 años. Entrevista 20/5/97

M: ¿Repercutió de alguna manera en tu vida cotidiana el gobierno militar?

L: No me afectó para nada. Si me afectó habrá sido para bien porque a partir de un gobierno fuerte me sentí más protegido de la violencia de la izquierda, salían proclamas en diarios pesados como El Descamisado, Cristianismo y Revolución; la sensación era que había una guerra.

M: ¿Cómo vivías el control del Estado a la población civil?

L: Me parecía necesario que me revisaran, no me molestaba para nada porque lo hacían por mi propia seguridad.



La memoria de las cosas guardadas


Vivi, hija de desaparecido (director de teatro de la ciudad de Mar del plata). 34 años Entrevista 13/6/96

V: Una de las cosas que más extraño de mi viejo, es el dulce de leche Chimbote que él me daba en la boca. Ahora, en mi cumpleaños, mis hijos me despiertan con una cucharada de dulce de leche Chimbote. También es muy raro ver a Sebastián usando la afeitadora de mi viejo, y escribiendo un cuento sobre los desaparecidos y... ¿sabés qué? ¡Esto habría que capturarlo! Sebastián para el 24 de marzo escribió una carta para mi viejo. Escribió una carta a mi papá. ¡Cuánta presencia tienen esas personas que se suponen desaparecidos! Decir “desaparecidos”... esa palabra supone una ausencia. Y sin embargo tienen más presencia de lo que uno imagina.

G- ¿Por qué?


V- Porque viven en nosotros. Porque todavía no tenemos ninguna explicación y porque definitivamente no dimos vuelta la página. Esa es la verdad de la milanesa. No sé. Creo que eso de dar vuelta la página, tiene que ver con dar vuelta la página sin pensar, y sin creer que uno está enterrando la historia, o negándola. Todo lo contrario. Uno eso lo lleva encima. Yo particularmente no te diría que lo llevo con orgullo, porque eso de ser hija de desaparecidos no me parece muy orgulloso. Uno puede estar muy orgulloso de lo bien que le va al nene en el colegio, la evolución del hombre, en mis hijos, que lindo me salió este reloj, o este títere. ¡Estar orgulloso de ser hijo de un desaparecido me parece criminal! Estoy orgullosa de ser hija desde otro lado. De ser hija de un padre, del padre que a mí me tocó, que era un orgullo. ¡Estoy orgullosa de mi viejo, de su labor, de su lucha, de eso estoy orgullosa! 

A mí no me llena de orgullo haber vivido una adolescencia de mierda. A mí no me sirve. A mí no me sirve mentirme en eso. A mí no me sirve venderles un buzón a mis hijos en ese sentido. Yo no le tengo miedo a ser hija. Esto no quiere decir: es un orgullo ser hija de un desaparecido. Me parece una condición humana espantosa. Porque no estás hablando de vida. Estás hablando de muerte. Y yo afirmo y reafirmo que eso de la “aparición con vida” ¡no existe! A esta altura del partido no existe. ¡No puede existir! Pudo existir en el 77, en el 78, y de última hasta ni siquiera se justificaba eso, porque uno lo que necesitaba era saber que había pasado con ese ser querido. Y si se murió, se murió; si lo mataron, lo mataron. Pero necesitabas saber qué había pasado realmente. Necesitabas poder dar vuelta la hoja. En ese sentido. Sí. En el sentido de dar vuelta la hoja para seguir construyendo y, en todo caso, ese es el mejor homenaje hacia mi viejo. ¡PORQUE MI VIEJO ERA VIDA!








Elsa Pavón, abuela de Plaza de Mayo

G: Vos guardás objetos, fotos, objetos de ellos...

E: Sí, tengo fotos, cartas, algunas cosas de Mónica, de Claudio no. ¡Bah!, de Claudio tengo un poncho, por ejemplo, no tengo cosas hechas por las manos de ellos.

G: ¿Y se las diste a Paula, las cosas?

E: Nunca quiso verlas, cuando le dije, dijo: "- No, ahora no quiero verlas", y ahí están. A veces, ahora, con las fotos sí, un poco se da con las fotos, pero... no por lo menos delante mío, cosa que a mí me extraña muchísimo.








Eduardo, hijo de un desaparecido (director de Teatro de la ciudad de Mar del Plata), hermano de Vivi. 40 años.

G: ¿Vos guardás objetos de tu papá, fotos, cosas?

E: Me encontré con fotos de mi viejo, que estuve buscando de un baúl de fotos que tenía mi vieja, desordenada, donde busqué fotos de mi viejo, buscando fotos mías y de mi viejo, donde mi viejo esté solo, o donde yo estoy con mi viejo. La de mis hermanos con mi viejo no las agarré.

G: ¿Por qué?

E: Porque correspondían al baúl de mi vieja, por ahí; no porque ella las use, sino que... después... bueno, Vivi las agarró, que sé yo, cada uno... hay muchísimas fotos, hay pilones de fotos. Bueno, hice esa selección para mí, para guardármelas.

G: ¿Cuándo hiciste esta selección?

E: No me acuerdo. No hace mucho. Hará un año.

G: ¿Y antes no? ¿No se te había ocurrido?

E: No, no. No, porque además mi vieja se ocupó de guardar muchas cosas, desde ropa, cosa que por mi tamaño, no me servía. Cosas que les sirvieron. Tenía un par de cosas de mi viejo, camisas...

G: ¿Y vos te las ponías?

E: Sí, sí.

G: ¿Y qué sentías?

E: No, no sentía nada en especial, con respecto a que eran de mi viejo, una cuestión fetiche, sino que durante mi infancia yo tuve muy poca ropa nueva, generalmente heredaba de primos, y mis hermanos heredaban la mía, así que no me molestaba eso, no era un fetiche especial, sino la comodidad, y qué se yo, y lo raro, porque era ropa de otra época, qué sé yo, tenía como una especie de chomba, de esas de lana finita, con botones, espantosa, pero que servía para debajo de los buzos, abrigada, no para mostrar, para nada.

G: ¿Y otros objetos que no fueran ropa?

E: No. Tuve un par de libros, pero la mayoría de los libros de teatro se los quedó mi hermano Claudio. No, no. En un momento tenía un ataché, con el cual yo viajé. No. Ese ataché lo tiene mi vieja, con documentación de mi viejo. Pero no, objetos porque además, mi vieja guardaba todos los objetos, y mis hermanos menores vivieron más tiempo que yo con mi vieja, entonces, muchos objetos, es como que se los repartieron ellos, yo me fui de casa antes, y yo rechacé la posibilidad de volver a vivir con mi familia, con mi vieja, entonces no tengo objetos, que sí tienen mis hermanos, ¿no?

G: ¿Cosas escritas?

E: De mi viejo, no.







Celeste, hija de un desaparecido (estudiante universitario), 20 años, estudiante de sociología.

C: Con respecto a qué recuerdo, no te puedo decir nada, porque no recuerdo nada, porque es imposible que recuerde, porque, mi mamá estaba embarazada, y de poquito tiempo, así que pensá que de eso no te puedo decir, nada; creo que puedo empezar a hablar de mi papá, a partir de lo que yo construí de él, que debe estar muy lejos de lo que en realidad él era, ¿no? Lo que yo imagino que él era, una cosa así.

Lo fui armando, pero al principio era como que no me preguntaba mucho cómo era él, y eso; él no estaba, y no estaba. Cuando era más chica, me acuerdo que le preguntaba a mi mamá, cuando había elecciones, por ejemplo -¿Y mi papá a quién votaría? Le preguntaba ese tipo de cosas; me acuerdo, estar en la primaria, y preguntarle ese tipo de cosas; pero no me llamaba mucho la atención, cómo sería él, o qué pensaría; era como que no estaba, y no estaba. Pero bueno, cuando me empecé a preguntar cómo era él en serio, empecé a preguntarme cómo era mi papá, y empecé a preguntar para afuera un poco, y a hinchar más a mi vieja, para que me cuente, o a gente que lo conoció, a mi tía, también, le pregunté; a una amiga de mi vieja, que era compañera de la facultad de él. Y bueno, no sé, en realidad. Siento que a mí es como que me falta algo, hasta para armarlo. Por más que me cuenten lo que me cuenten, yo no lo voy a poder ni imaginar ni por ahí nomás, es una cosa medio contradictoria, es como que lo imagino, pero no lo imagino; no sé, a mí me contaron siempre como que era un tipo muy bueno, y entonces, bueno, me imagino un tipo muy bueno, cuando alguien dice que un tipo es muy bueno, es porque vio que hizo cosas para que sea muy bueno, y no sé qué cosas hizo como para que todos me digan que era muy bueno. En realidad, no son muchas las cosas que sé. Son cosas por ahí muy chiquitas que me dijeron, pero bueno, para mí son muy grandes, porque es lo único que tengo.

G: ¿Tu mamá te hablaba de él?

C: ¿De chiquita? No, en realidad mucho no me habló nunca. No es que no me hablaba; yo no me acuerdo que me contara, cosas de él; a lo mejor sí, yo no me acuerdo. Me acuerdo me hablaba de por qué no estaba, cuando yo le preguntaba de chiquita qué había pasado, ella siempre me dijo que se lo habían llevado unos señores malos, era lo que ella me decía, y lo que yo tuve en la cabeza hasta hace poco tiempo, que empecé a ver quiénes eran esos señores malos, y por qué se lo habían llevado en serio. Pero en realidad, hasta que yo no le pregunté: - Bueno, pero contame, no sé, qué le gustaba, qué no le gustaba, ella mucho no me contó. Sé que tocaba la guitarra, desde hace poco también sé que cantaba cuando tocaba la guitarra. Después, no sé qué es lo que pude armar de él. En realidad, son como todo el tiempo preguntas, lo que me aparece, es algo como lo que te dije recién, siempre poco.

G: ¿Qué tipo de preguntas?

C: Preguntas acerca de cómo era, de cómo reaccionaría frente a ciertas cosas. Un montón de veces lo que me pasa es pensar situaciones de cómo sería si, no se, ahora, o por ejemplo de pronto imaginarme así, cosas, qué pasaría ahora, o qué hubiese pasado en todos estos años, si él hubiese estado conmigo. Pero viste que como que hay cosas que uno no se puede imaginar, porque. No se puede imaginar un abrazo, esas cosas. Es como que no lo tengo, y no lo tengo. Lo que me puedo imaginar. Lo que me imagino, no, lo que siento es que me hubiese gustado tenerlo. Pero... no sé, a veces también le preguntaba... hace poco, cuando fui a lo de mi abuela, si tenía cosas de él, o yo pensaba que a lo mejor podía haber algún cassette, por ejemplo, para sentir la voz, cosas que jamás voy a poder... yo tengo las fotos de él... a ver, cómo me explico... nunca pude ver ni siquiera cómo se movía, esas cosas tan particulares de alguien, que no... Me acuerdo de un sueño que tuve una vez, y que lo veía todo durito, en el sueño, y no se movía, y digo, ni siquiera en el sueño lo podía ver que se movía, era una cosa así, como que estaba quieto, como en las fotos, que es lo único que tengo, así, digamos, de él, lo que más me llega; por ahí puedo ver una sonrisa, pero ni siquiera puedo escuchar cómo se ríe... es todo así, qué sé yo... No sé muchas más cosas de él, en realidad, tengo cosas que de pronto me contaron, mi tía, de cómo era encontrarse con él en la facultad, y que lo veía, y que eso... Pero también me pasa que siempre que me contaron cosas, es como que como que me daba bronca cuando me cuentan, porque... yo no pude ni conocerlo, ni vivir nada de lo que me están contando; es como que me dan ganas de conocer, de saber cómo fue, pero como que nunca nadie me va a poder contar todo lo que yo quisiera que me cuenten. La actitud que siempre tengo cuando me cuentan es siempre así... como distante, no sé por qué será así, es medio raro.



La importancia de tener un nombre


Elsa Pavón. Abuela de Plaza de Mayo. Entrevista 21/5/97

G: ¿Con qué nombre estuvo apropiada tu nieta?

E: Paula Luisa Lavallén. Había llevado fotos, yo, para mostrarle, miraba las fotos, me las tira y me dice: "- Estas fotos son muy nuevas para ser mías". Eran las fotos de cuando ella era bebé, en los brazos de sus padres. Entonces le dije que las fotos eran nuevas porque yo las había mandado a ampliar para que ella viese mejor la imagen, pero que las fotos originales estaban en casa, que cuando fuese a casa las iba a ver. Y bueno, entre esas fotos estaba la última foto que a ella le sacaron con sus padres, sola, sentada en la rotonda de la plaza, y entonces señaló esa foto y dice: "- Esta foto es bastante parecida a una que hay en mi casa"; que se ve que sería la primera que le sacaron ellos, también, así que ahí unió, y bueno, después de hacer un escándalo tremendo, qué sé yo, se quedó dormida. Después cuando se despertó, dijo que bueno, que si ella tenía que venir con nosotros venía, pero con dos condiciones, creo que eran: una, que ella quería llamar mamá y papá a las personas que la tenían; entonces yo le contesté que yo no tenía ningún problema en que ella llamase mamá a Raquel y papá a Rubén, porque cuando ella se refiriese a mamá, o a papá, a secas, eran Mónica y Claudio, sus verdaderos padres. Que Mónica era mi hija, que esas personas no eran nada mío, con lo cual yo desconocía todo parentesco, pero que si ella quería, que los llamara, pero teniendo claro eso, cuando ella se refiriese a mamá o a papá, eran sus padres verdaderos. Y la otra condición, era que todos los lunes le comprásemos el Billiken, porque ella estaba acostumbrada al Billiken. Perfecto, no hubo ningún problema durante años, hasta que ella dijo que no quería más el Billiken, se le compró el Billiken todos los días; y nunca los llamó como madre y padre a estas personas, sino que estando en casa, ya se refirió directamente a Rubén y a Raquel, nunca les antepuso el calificativo delante. Y bueno, cuando llegó a casa, ella reconoció la casa, nunca preguntó dónde estaba el baño, ni dónde estaba esto, ni dónde estaba lo otro, porque ella la casa la conocía; aparte ella era muy chiquita, no tenía un año cuando se fue, pero ya caminaba, con lo cual ella estaba acostumbrada a caminar por la casa, la conocía.

G: ¿Y ella no volvió a verlos a los otros?

E: Los vio alguna vez que ellos se acercaron a la escuela, pero ella tenía custodia, con lo cual, cada vez que se acercaban, iban. La vida que tenía en el momento en que se la llevaron, la borraron, la inscribieron como nacida en octubre del `77, con lo cual, tenía dos años menos, y perdió dos años de escuela. Cuando nosotros la recuperamos, voy a hablar con la directora de la zona donde yo vivía, entonces ella me dijo que bueno, que lo que podíamos hacer era que le trajese los documentos, si yo los tenía, la partida de nacimiento, el DNI, y que ella la inscribía después de tomarle un examen, para no tener que pedir papeles a la otra escuela, que la iban a pasar por el nombre que tenía.

G: El nombre Paula se lo respetaron...

E: El nombre Paula se lo hizo respetar ella, porque cuando la llamaban por el nombre Luisa, que era el que le iban a poner de pila, ella decía "- No, Paula", y no contestaba, si no le decían Paula. Cuando me vengo a Capital, la inscribo en una escuela municipal, de la zona. Cuando consigo la vacante, cuando yo digo que me hicieran una nota para presentar al juzgado, como que la nena estaba inscripta ahí, la directora se asustó, pero no me dijo nada la sinvergüenza, porque no la inscribió, la dejó en el aire... Viene la época en que en ese momento dan los boletines por bimestre, cuando dan los boletines, Paula me avisa que daban los boletines, que los padres tenían que ir a buscar los boletines, yo voy a buscar el boletín, y me dicen: "- No está hecho el boletín, porque su nena no está inscripta". "-¿Cómo no está inscripta?, si usted me había dicho que la había inscripto, y que estaba esperando la resolución del juzgado". Me dice: "- No, no, pero yo no la inscribí, porque yo no sé con qué nombre la voy a inscribir, usted acá me trajo un nombre, y yo quiero saber el que me traen del juzgado". Bueno, hice un escándalo, pero me fui, me callé. Pasa una semana, y me llama para entregarme el boletín. Cuando me entregan el boletín, me entregan el boletín a nombre de Paula Luisa Lavallén; entonces yo le digo: "- ¿Por qué este nombre, si yo le dije otro nombre?" Entonces me dice: “No, porque nosotros hablamos con el juzgado, el juzgado nos dio la orden de inscribirla como Paula Luisa Lavallén". Entonces yo agarré y le rompí el boletín en la cara, y le dije: "- Sírvase, yo me llevo la nena".

A esta pobre mujer no se le ocurrió ni pensar, ni darse cuenta que yo no era una abuelita, pobrecita, taradita, tontita, que ella me iba a pegar cuatro gritos y yo me iba a callar; entonces me dice: "- Usted no puede retirar a la nena de acá. Le digo: "- ¿Que no puedo? ¿Por qué no puedo?" "-¡Ah, no! Porque es obligatoria la enseñanza primaria". Le digo: "-¿Y quién le dijo que ella se va a quedar sin enseñanza primaria?". "-Y, si usted se la lleva de acá, en ninguna parte la van a inscribir, porque ella tiene ese nombre, y porque es obligatoria la enseñanza, y yo la voy a denunciar, y...". Le digo: "-Mire, señora, ¿usted tiene idea de lo que hizo?". Se me quedó mirando. "-Yo le voy a explicar lo que usted hizo. Usted inscribió a Paula Luisa Lavallén, que tiene mamá y papá y ese papá es policía, y en la puerta usted tiene una custodia que es de policías, y él puede venir con otros policías, y pedirle a la nena, a usted que le dé la nena, que le dé a su hija, porque es su hija, y usted no se la puede negar. ¿Y yo qué hago después? Le digo: en cambio, Paula Eva Logares no tiene padres, y yo soy responsable. Esto es lo que usted hizo. Y si usted no tiene conciencia de eso...". La mujer no me contestó una palabra. Fui al grado, agarré a la nena, y me la llevé. Por supuesto, te imaginás, ahí muy enojada, muy cocorita, pero llegué llorando, desesperada, que qué es lo que hacía con la chica, porque yo quería que estudiara, en serio. Entonces bueno, ahí fue donde estaba en ese momento, y me dijo: -Mirá, yo tengo una escuela que seguro que te la van a recibir". Y bueno, ahí mismo subimos al auto y nos fuimos hasta COVIFAC. Le pusieron Paula, nada más, y así hasta que se resolvió...

G: ¿Tardó mucho en resolverse?

E: Creo que fue en el `89 que me dieron la autorización para usar el nombre, y la autorización para inscribirla en la escuela con el nombre de Paula Eva Logares. Y bueno, ahí terminó su primaria, en esa escuela, en el COVIFAC.



Historias infantiles


Guillermina, estudiante de Bellas Artes, hija de desaparecido. Entrevista 19/8/96.

“Después de venir a Buenos Aires la imagen más “grosa” que tengo es la de las cárceles. Fue un poco como mi historia. Todavía no me olvido. Entrar y ver los barrotes, haciendo la cola para ir a ver a mis tíos, o a fin de año, en Navidad, comíamos cosas sofisticadas. A uno de mis tíos lo conocí en el locutorio. ¿Viste el locutorio? ¿Nunca estuviste en una cárcel?







Martín, biólogo, hijo de desaparecido. Entrevista 13/7/96. 30 años.

M: Cuando se lo llevaron a mi viejo, había que romper todos los papeles. Nos sentamos ahí a picar papeles, a romper discos, a deshacernos de unas piezas de pistolas que había por ahí. Había unas pistolas que no nos animábamos a tirar a la basura. Compramos cemento y con eso hicimos un portamacetas, que decíamos que era de cemento armado...








Vivi, hija de desaparecido. 34 años. Entrevista 13/6/96.

V: Cuando veníamos a Buenos Aires, papi nos dejaba en el auto esperándolo y nos compraba revistas de palabras cruzadas para resolver. Todavía sigo haciendo palabras cruzadas...


Prejuicios
 
J, psicólogo. 54 años. Entrevista 20/6/97.
J: En ese tiempo tenía una desprolija barba, yo era psicólogo, más barbado, igual: tipo extraño socialmente, esto me marcó, me miraban con cara sospechosa.

M: ¿Pero era una moda o se identificaba con algo?

J: Había mucha gente con barba, pero se asociaba... Yo la usaba porque me gustaba. Después, como me resultaba incómodo a partir de esa imagen que yo daba y que asociaban cosas que no eran, me la saqué. Lo que me molestaba era esa ecuación psicólogo más barbado igual a un tipo raro, como que se asociaba al intelectual con la izquierda y si eras psicólogo o sociólogo más porque el activismo político más pasaba por esas carreras, y yo me consideraba un tipo Juan pueblo, común y corriente, laburante, profesional como cualquiera, entonces como que me sacaban un título que no era, seguramente motivado por la imagen que yo daba, entonces cambié la imagen y me la saqué.







Eduardo, hijo de desaparecido, 40 años.

E: Cuando cumplí 20 años me fui a Buenos Aires. Me acuerdo que me disfracé con un traje que había comprado en una compraventa de ropa. Me afeité la barba, no podía estar con barba. Tenía el pelo más corto y bigotitos.


Abrir la Puerta


A partir del análisis de los testimonios que anteceden, podríamos decir:

a) Términos como subversivo, guerrillero, militante, compañero, proceso, dictadura, milico, militar, aparecen como cargados de significado, de acuerdo a la posición dentro de la problemática del período, el lugar de pertenencia y el grado de implicancia.

b) Alivio y aceptación, tolerancia e ilusión, vacío y desconsuelo son algunas de las sensaciones que aparecen en los relatos. Algunos vieron con alivio el golpe militar, que significó el regreso del “orden establecido”, la vuelta a la seguridad, el fin del miedo, del desconcierto; para otros representaba un orden impuesto pero no del todo extraño a los demás ordenamientos anteriores y para otros, el verdadero caos fue producido por la destrucción de los lazos familiares lo que implicó la pérdida de modelos y transformaciones de los rituales que conforman la estructura de lo cotidiano.

c)  El sistema represivo implementado por los militares, se montó sobre la aceptación de un sector de la sociedad, la tolerancia y el silencio de otros y el rechazo de quienes recibieron el impacto directo del terrorismo de estado. Esto implicó una toma de posición respecto a ese accionar a las violaciones a los derechos humanos fundamentales. En algunos casos, los medios fueron justificados por el fin último: “el orden moral de la Nación”, en otros, se colocó el mal fuera del grupo de pertenencia; así la violencia de unos y otros, no era un problema de toda la sociedad sino una lucha entre dos demonios; en otros la interpretación moral está condicionada por la pérdida de los lazos familiares, allí el peso de la pérdida sobrepasa todo intento de interpretación moral.

d)  Los cambios en los rituales del mundo de lo cotidiano aparecen expresados en los relatos de los actores sociales que fueron afectados por el terrorismo de Estado y no aparecen en los relatos de los actores sociales que permanecían alejados de la problemática de la época, la cual era conocida pero formaba parte del afuera, de una realidad externa a su cotidianeidad.


Abrir la puerta, contar esta historia, es a la vez una responsabilidad moral y una posibilidad de convertir el espacio del silencio, del secreto, ese no-espacio, en un espacio histórico. La posibilidad y la responsabilidad de devolver a los hechos su dimensión temporal. Dar espesor, textura y rasgos particulares a un discurso diluido por la simplificación. Significa desplegar y mostrar la diversidad de matices que tiran abajo teorías simplistas que nos hablan de enemigos contrapuestos en un juego dual y excluyente: la “teoría de los dos demonios”. Estos matices dan muestra de una circulación subterránea, historias cotidianas, alejadas del espacio público, historias guardadas, modos de ver, de sentir, prejuicios difíciles de superar que obstaculizan el conocimiento del otro, de la historia del otro. Prejuicios que dependen del lugar de pertenencia y la implicancia personal. ¿Desde dónde contar esta historia?


Una primera respuesta desde la multiplicidad de relatos que aquí se presentan, advierte que nada ha sido resuelto. Los diferentes matices muestran que toda la sociedad se vio implicada, en mayor o menor medida por la historia reciente. La posibilidad de abrir la puerta aparece aquí como un desafío: abrirla aún cuando los recuerdos personales estén implícitos en todos los discursos, hoy, y también dentro de 50 años, abrir la puerta significa hacer memoria, no como repetición mecánica, en un juego sin sentido, sin espesor ni textura, sino como un ejercicio de recordar, volver al corazón, para que la historia también pueda recuperar su espacio entre los hombres, un espacio vivo en el tiempo.




Bibliografía


ARENDT, H.: “La condición Humana.” Barcelona, Paidos, 1974.
BLOCH, M: “Introducción a la Historia”. Bs. As. , FCE, 1982.
CAVAROZZI.M.: “Autoritarismo y Democracia”. Bs. As. , CEAL, 1983.
CHESNEAUX, J.: “¿Hacemos tabla rasa del pasado?”. México, SXXI, 1990
MOSS, W.; PORTELLI, A; FRASER, R. Y otros: “La Historia Oral.” Bs. As. , CEAL, 1991.
NORA, P.: “Lieux de Memoire": París, Gallimard, 1984.
O’DONNELL, G. y SCHMITTER, P.: “Transiciones desde un gobierno autoritario” Bs. As. , Paidos, 1988
PRIMO LEVY: “Si esto es un hombre”. Bs. As. , Proyectos editoriales, 1988.
SCHIMPF-HERKEN, I: “La relevancia política de la culpabilidad negada”. Bs. As. , 31 de agosto de 1996.
SCHIMPF-HERKEN, I: “El Problema de la representación: el caso de la violencia.”. Bs. As. , 14 de septiembre de 1997
SCHIMPF-HERKEN, I: “La conciencia de lo injusto. Hacia una moral que incluya también lo ajeno.” Bs. As., 14 de septiembre de 1996.
VIDAL-NAQUET, P: “Los asesinos de la memoria”. México, SXXI, 1987.
YERUSHALMI y otros: “Usos del Olvido”. Barcelona, Nueva Visión, 1989.


















Entrelazados

Una arquitectura de los afectos 1976-1982




Graciela Browarnik- María Inés Rodríguez Aguilar.
Programa de Historia Oral del Museo Roca.


Browarnik, G. y Rodríguez Aguilar, M. "Entrelazados. Una arquitectura de los afectos 1976-1982." en XI Conferencia Internacional de Historia Oral. Encrucijadas de la historia: Experiencia, Memoria, Oralidad, Volumen III, Estambul, 2000. 


María Inés Rodríguez Aguilar, Licenciada en Historia Universidad Nacional de Córdoba, experta en patrimonio intangible. Miembro de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina, Directora del Museo Roca.






                          Las violencias de la década del 70 en Argentina transformaron las estructuras de las relaciones sociales. Luego, la posibilidad de recuperar la resignificación de la vida afectiva a partir de esas modificaciones es un desafío para los historiadores orales.


                            Frente al discurso de un Estado que se presentaba a sí mismo como protector del orden moral y la familia, mientras se sucedían desapariciones, apropiaciones ilegales de bebés, torturas y muerte, vulnerando las condiciones para la inscripción de los actores sociales en marcos de referencia simbólicos y reales, generando un “Estado de Sitio interno”, se alzaba  el de aquellos que se presentaban como portantes de un mandato revolucionario y transformador del orden social para nuevas condiciones de inscripción.


                             En ese contexto, este trabajo tiene como objeto estudiar la relación entre los discursos acerca de la familia, la mujer, la sexualidad y su ejercicio, el matrimonio de la década del 70 en la conformación y circulación del mundo de los afectos entre 1976 y 1982 a partir de la interpretación de relatos que nos revelen espacios ocultos, secretos y silencios. Esta es una primera aproximación a las prácticas de lo afectivo a partir de 33  entrevistas  a militantes de Montoneros, Juventud Guevarista, Peronismo de Base, Peronismo, Juventud Peronista  y personas  sin militancia, que tuvieran entre 16 y 30 años durante la década del 70, en general de sectores medios y universitarios.



Ordenar sentimientos en una sociedad “desordenada”.


                                ¿Existían ordenamientos de lo afectivo en la década del 70 en Argentina? Esta pregunta nos remite a la definición de lo que los militares llamaban “ Orden moral de la Nación”. Término que aparece en las entrevistas  como “ lo que teníamos”, “lo que debe ser”, o lemas como “ Tradición, Familia y Propiedad” (1). Entre los objetivos básicos del Proceso de Reorganización Nacional  encontramos  el sostener la “ vigencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino” o “ consolidar los valores y aspiraciones culturales del ser argentino”.


                                 El Estado terrorista instalado a partir de 1976 operó también como un desaparecedor de posibilidades de encuentro social, esa rutinaria sucesión de encuentros cara a cara que van conformando el tejido social. Estar implicado, estar “con” el otro se convirtió en un ritual “subversivo” con respecto a la versión oficial del orden.


                                 Pero ¿en qué medida la sociedad civil no participaba de esa concepción de orden moral sustentando modelos de comportamiento “legítimos”? A principios de los 70, canciones como “Necesito” de Sui Generis de gran aceptación entre los jóvenes,  hablaban de un modelo de mujer que “ cocinara guisos de madre, postres de abuela y torres de caramelo, y que estuviera en su cama viernes y domingo para estar en su alma todos los demás días de su vida”(2); nada más alejado del modelo de revolución sexual de los 60, que había abandonado el modelo de amor romántico del siglo XIII. (3)


                             Todas estas opciones son rescatadas en los relatos de los actores sociales que fueron seleccionados  por edades y grupos de pertenencia; en los mismos, abordar esta temática se convirtió en un camino sinuoso, porque penetraba al ámbito íntimo y las cualidades de los recuerdos, y no era una esfera tradicional de análisis como la ideología y las prácticas políticas.


C. Psicólogo. 39 años. Nunca fue militante. Entrevista 27/5/98.

C- En esa época la sexualidad era dificultosa. Eran muy mal vistas las chicas que tenían relaciones sexuales, pero eran muy pocas. No era algo de lo que se hablaba en absoluto. Tuvimos una adolescencia muy ordenadita, te hablo como un chico de barrio periférico. Me robaron la posibilidad de haber tenido una adolescencia más plena! Hubo un montón de cosas que para mi fueron invisibles, sin ninguna intención de faltarle el respeto a los desaparecidos, había demasiadas cosas invisibles, pero me parece que la gente que las buscaba, moría...

Lo mío fue una adolescencia perdida. Para poder tocarle una teta a una mina, dios mío! había que garantizar algo. Yo creo que estaba en juego un valor ahí, la virginidad , lo que pasa es que las pibas ya no se lo bancaban...



Myriam. Artista plástica .39 años. Nunca fue militante. Entrevista 28/2/99.

Una sola vez me llevaron presa. Estaba con Oscar rascando en Rivadavia, era tarde, tenía 18 años. Vino un policía y nos preguntó si teníamos documentos y  de donde veníamos. Le contestamos: de una escuela de arte.  Comenzó a revisar  un cuaderno de Oscar que tenía dibujos de desnudos, que desde ya estaba mal visto. Oscar le contestaba mal, tenía el pelo largo, hippie, nos metieron en un patrullero y nos llevaron por “controversias escandalosas en la vía pública”. Estábamos dándonos un beso... no era tan escandaloso. 



Cristina. Psicóloga. Militante del Peronismo de Base. Entrevista 11/12/99

Nosotros éramos muy moralistas. La ética y el respeto pasaba por los compañeros y la pareja.  Uno armaba el resto de su vida en función de la militancia. Dejabas la Universidad para militar, te casabas con compañeros militantes. Vos ponías la vida en función de eso.



C. Militante de la Juventud Guevarista. 39 años. Entrevista 21/10/98.

En nuestro círculo éramos un grupo promotor de las ideas “Reichianas” acerca de la politización del sexo en la juventud y discutíamos la información paralelamente al material del partido. Nosotros mandábamos propaganda de ese tipo a los círculos de mujeres porque nuestro círculo era de varones solos. El modelo era de varones solos. También teníamos problemas con algunos burócratas que decían que para esto no había tiempo...

El movimiento revolucionario de los ‘60 y‘70 por primera vez pone en tela de juicio el poder político en Argentina, pero no pone en tela de juicio otros problemas secundarios, que no son tan secundarios, como es el tema de la moral, la familia, etc.

Yo tenía mi primer compañera que era militante de la Juventud Guevarista y se había criado prácticamente en Cuba . A partir de diciembre del 75 hasta septiembre del 76 convivimos. Eramos concubinos en la casa de mis viejos. Cuando yo decido salir del país salimos juntos pero ella se fue a Cuba. Mi entrada a Cuba se demoró por una gestión concreta de un burócrata concreto en contra mío. Era un personaje argentino que llevaba muchos años en Cuba, tenía un cargo de responsabilidad en el Ministerio de Salud creo y era amigo de los padres de mi compañera y por cuestiones que tienen que ver con la moral burguesa, a él no le parecía que una chica de 15 años pudiera estar concubinada con nadie. El bloqueó el informe para que me dieran la visa.



La elección de pareja.

                            Las posibilidades de establecer vínculos afectivos estables  para quienes vivían en situaciones de riesgo donde la cotidianeidad se ejercía en condiciones pautadas exteriormente, vulneraban la autonomía de la elección.

Cristina. Psicóloga. Militante del Peronismo de Base. Entrevista 22/8/98.

Era muy difícil tener un novio por fuera. No te iba a entender. No les gustaba, éramos medio secta, te lo boicoteaban. A mí me dieron a elegir entre dos compañeros de la agrupación. Me casé con uno de ellos, tuve a mis dos hijos y me separé cuando vino la democracia.

Abel. Ingeniero. 42 años. Fue militante de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Entrevista 10/4/98

Era muy difícil tener una pareja fuera de la militancia, porque era muy comprometedor. Si yo caía en cana y salía con una mina que no anduviese en eso, la estaba haciendo partícipe sin que sepa, era algo injusto. A los padres, a los hermanos uno no los elige, es algo que no se puede cambiar, pero a la pareja... 


Las chicas buenas se casan.

                              Los ritos que exteriorizaban una unión legítima y compartida fueron resignificados de acuerdo a los mandatos ideológicos del grupo de pertenencia, remiten a una concepción formal del vínculo pero adaptado a las circunstancias.


D. esposa de un desaparecido militante montonero. Entrevista 11/12/99

Había una época en que nadie quería casarse por civil porque era muy peligroso, pero frente a los padres que por ahí no querían herirlos, o si se iban a mudar a otra zona era como que bueno, para dejar a los padres tranquilos decidieron casarse; entonces dijeron que llegaron al registro civil pero al otro día cerraban y se tenían que casar en ese momento o no se casaban, y los padres se perdieron el civil, pero en el pueblo hicieron un casamiento por iglesia con una libreta trucha , un casamiento sencillo.  Lo del civil quedó como una anécdota. Pobres los dos... eran divinos, eran hermosos... ella tenía un vestidito sencillo con unas florcitas violetitas; todo fue hecho con humildad y una sensación amarga de tener que mentir a los padres, pero el valor de la vida era muy alto. Les dieron a los viejos el respeto de tener un casamiento por iglesia. Lo hicieron con mucho respeto y mucho amor.


Myriam. Artista plástica. 39 años. Nunca fue militante. Entrevista 28/2/99.

A mi mamá le dio mucha vergüenza decirle a mi abuela cuando yo me fui a vivir con Daniel, porque la abuela la iba a retar. Entonces les mintió y les dijo que me había casado;  cuando me casé de verdad no los pude invitar, no pude invitar a ninguna prima...


Cristina. Psicóloga. Militante del Peronismo de Base. 45 años. Entrevista 11/12/99.

Lo que nosotros hacíamos aquellos que se querían casar, se casaban en iglesias de curas del Tercer Mundo. Iba todo el barrio, sin ninguna pompa, vestidos humildemente. Todo el mundo daba su opinión sobre el casamiento, les deseaba suerte, les hablaba con amor. Ellos también hablaban y se decían a sí mismos lo que pensaban, lo que sentían. Cuando se casaban no se casaban solamente ellos sino que era una fiesta popular entre los compañeros y los vecinos. Casi ninguno de nosotros podía zafar del tema familiar. Si la familia hinchaba con casarse... algunos no querían, pero si estabas trabajando en un barrio, en una comunidad católica, donde hubiera mucho laburo católico, por ahí era bueno casarse por iglesia.


C. Militante de la Juventud Guevarista. 39 años. Entrevista 21/10/98.

Yo conozco una anécdota buenísima que fue un casamiento por las armas. Un casamiento por la revolución. Impedidos por una situación, en una villa del sur había un trabajo del partido muy fuerte y había una militante joven enamorada de un muchacho que estaba clandestino, de aquí de la Capital, de origen pequeño burgués, etc., etc. La madre de la muchacha le planteó al responsable  y este le plantea que hay problemas de seguridad y le explica que ese muchacho no puede ir al Registro Civil porque está buscado por la Policía y le planteó una ceremonia alternativa. La mujer le contestó que no le importaba el tipo de ceremonia que sea pero que ella quería verla casada. Entonces se organizó, a finales del ‘75 un asado para 300 personas  y se casaron siendo el responsable el que oficiaba la ceremonia, bandera del ERP atrás, guardias armados con FAL, y la villa entera participó en el casamiento por la Revolución y por el Partido.


Fidelidad e infidelidad.

                             El ejercicio de la sexualidad estaba moldeado por el sistema de valores compartidos en el discurso ( ¿o no?) y las posibilidades ciertas de alternativas en la elección frente a la situación de múltiples riesgos. Las conductas eran visualizadas y analizadas comunitariamente lo cual tornaba muy ambiguo el límite entre lo privado compartido y lo íntimo.   


Cristina. Psicóloga. 45 años. Entrevista 11/12/99

Nosotros éramos muy fieles, porque además era un riesgo salir a veletear por ahí. Cuando algo no era así era severamente cuestionado  Los “Montos” lo que tenían es que vivían endogámicamente. Se metían los cuernos pero entre ellos.


C. Militante de la Juventud Guevarista.

En el PRT había un libro escrito en la cárcel por un troskista, Pedro Bonnet, que se llamaba “Moral y proletarización”.
Además del enfrentamiento político, el grupo de Nahuel Moreno tenía una práctica mucho más pequeño burguesa o universitaria acerca de la fidelidad o infidelidad. La gente del lado de Santucho eran más conservadores. Este libro de Bonnet quedó como Biblia santuchista  y planteaba la necesidad de la fidelidad. Los compañeros vivían separados geográficamente, dormían en casas de familias o a veces de gente sola y este libro tendía a ordenar un poco las cosas. La práctica era otra cosa. La tendencia de algunos compañeros de primer nivel de combate era que la infidelidad era cosa cotidiana, porque la posibilidad de que te maten hace que haya una actividad erótica más intensa, más allá de la relación amorosa. Nahuel Moreno en sus últimos años vivía con tres mujeres en su departamento, pero tampoco creo que fuera un polígamo consecuente...

El hogar.

                                El hogar era un espacio de encuentro y de conflicto, el ámbito de lo íntimo. Durante la década del 70 y dejó de ser la puerta protectora ante la metrópolis amenazante, no solo para la familia nuclear.  En las nuevas condiciones de convivencia las conductas y los roles se vieron atravesados  y modificados por el contexto.


Cristina. Psicóloga. Militante del Peronismo de Base. Entrevista 11/12/99.

 Cada uno vivía en su casa, no era algo tan diferente, pero la casa no era de uno solo sino que formaba parte de la militancia. Los compañeros la podían necesitar para esconderse , para guardar material.
                     En esa época nosotros vivíamos mucho en comunidad. Vivían 10 o 15 en una casa. Había parejas. Todos comían lo que se compartía. Uno se casaba para insertarse en un barrio o una fábrica y no despertar sospechas. En mi casa teníamos la imprenta y la biblioteca de la agrupación.


C. Militante de la Juventud Guevarista.

El derecho al aborto era un tema de discusión interna y nosotros apoyábamos eso.
Yo recuerdo haber escuchado, discusiones y polémicas acerca de militantes muy destacados y enfrentados porque decían que si uno se dedicaba a ser un militante profesional, no debería tener hijos y otros decían que sí, que había que tener hijos y dejar descendencia, familia. Tomá el ejemplo del Che.  En general todos los compañeros que adherían a la lucha armada sabían que podían morir en algún momento y de ahí la necesidad de dejar descendencia. Pero había un tema totalmente obviado que era cómo se iba a sostener ese niño, en qué medio?  Porque era distinto el caso del Che. El Che dejó hijos en la retaguardia  que era un país, más allá de la falta de un padre, que es todo un conflicto, estaban resguardados, respaldados desde todo punto de vista. Pero era distinto para un militante que vivía acá, en Argentina, clandestino, no había tal retaguardia. Igual tenían hijos.


¿Una sociedad transformada?

Podríamos observar que, si de algún modo esta sociedad fue transformada en la década del 70 en sus modos de relación interpersonal y en la naturaleza de sus prácticas afectivas, fue en parte por la acción del estado terrorista en cuanto a prohibiciones para circular en grupos libremente, desaparición de padres, esposos, esposas, hijos, robo y secuestro de bebés  (4), etc., mientras que las alteraciones  de los espacios afectivos y domésticos no se visualizan como una temática de interés para la reflexión y la acción de las organizaciones guerrilleras hasta ahora estudiadas.

Cabe preguntarse ¿cómo la institución  familiar ha sobrevivido a los conflictos de los ‘70? Una respuesta podría estar en las funciones mismas de la familia: protección, afecto, reproducción biológica y cultural. Un refugio frente a la comunidad destructiva y un camino hacia el otro.


Referencias

(1) Resolución n. 44-11/10/77 anexo “ Directiva sobre infiltración subversiva en la enseñanza”
(2) Vida. Sui Generis. 1973.
(3) Anderson, M. 1990. Sociología de la familia. México, FCE.
(4) Juicio n. 10326/96. Nicolaides, Franco y Suarez Mason sobre sustracción de menor, sustitución de identidad y otros. Juzgado del Dr. Bagnasco- Buenos Aires, Argentina.