La generación subterránea








Marcelo  Marcolín




Nota publicada a fines de los años 90 en la página Web “El Muro Cultural”.







La euforia de aquel 73



Corría el verano de 1973 y el país se preparaba para derrocar, en las urnas, a otra dictadura militar que venía azotando estas tierras desde 1966. Los aires de liberación corrían incontenibles por la américa india. Ya había sacudido a nuestro planeta el irreverente "mayo francés", la muerte del Che, los tanques rusos en la primavera de Praga, Woodstok, el amor libre. Vietnam resistía heroicamente el avance de los B52.


En ese contexto y con 15 o 16 años, nos juntábamos para leer, compartir la música, cada vez más afianzada, del rock nacional, para planear viajes con mochilas cargadas de ilusiones. Es ahí, en los caminos, en los fogones donde nos conocimos. Había un antecedente más que interesante: la generación del 60. Aún estos monstruos ciudadanos agitaban las calles con sus revistas y pensamientos. El primer contacto formal se hizo con Miguel Grinberg a través de su revista Eco Contemporáneo. Miguel nos interesó con la idea de marchar hacia los parques a compartir poesía, charlas, libros, música y otras etceteras.


Eran tiempos cubiertos de euforia: el peronismo retornaba al gobierno de la mano de Cámpora, Perón regresaba al país, se liberaban los presos políticos y aparecía en los kioscos la revista más importante de cultura que haya existido tal vez: Crisis. Transitábamos las calles enloquecidos y frenéticos. Buscábamos en los suburbios las perlas de la imaginación, el delirio en los rincones más inhóspitos.

Nos sacudía esa idea de comunicación constante. El encuentro, el darse cuenta que había otro igual a vos: que usaba el pelo largo, que tenía colgantes y pulseras, remeras desteñidas y zapatillas Flecha pintadas deliberadamente. Creíamos en el amor sin prejuicios, las rutas eran nuestros territorios infinitos, los bares sucios eran nuestros "comités" de reunión. Las estaciones servían como lugar de cita: así en la confitería de Retiro (donde hoy funciona un Mc Donald) se fundaron varias publicaciones. Eran tiempos de Wincofón, lecturas hasta el amanecer. 


En ese 73 lleno de locura fuimos a los parques a compartir la poesía: primero fue el Rivadavia, luego Centenario, más tarde Plaza España. Fundamos el Sindicato de Prensa Alternativa, que tenía comunicación postal con otras experiencias similares del planeta. En esos meses aparecieron las primeras revistas: Confluir, Antimitomanía, Regar, Galaad, Futuro, Caminando, Viento, etc. Comienzan a circular los primeros nombres pioneros de este movimiento: Luis Aguirre, Daniel Serra, Rafael Restaino, Carlos Barbarito, Alberto Nigro, Daniel Mourelle, Daniel Narvaez entre otros.


El viento nos guió hasta el sitio exacto de la confluencia: armamos una ronda infinita e imperfecta, mezclamos en un gran recipiente a Spinetta, Alan Watts, Jack Kerouac, Ernesto Che Guevara, Jesús, Jim Morrinson, Janis Joplin, Floyd, Bob Dylan, Allen Ginsberg, Pablo Neruda, Julio Cortazár, Antonin Artaud, Rimbaud, El conde de Lautremont, Gandhi, Santucho, Thomas Merton, Tanguito, Buda, Lennon, Dylan Thomas, entre otros. Le agregamos pasión, locura, imaginación, comunicación, hermandad, viajes, delirios y otras yerbas experimentales. Vaciamos el contenido a nuestras bocas sedientas. Aquel brebaje se llamó Generación Subterránea. Hoy algunos lo seguimos bebiendo en aquellas noches de primavera que andan dando vueltas.



Rutas Argentinas



Si hubo algo que destacó a la Generación Subterránea y que quizás observando otros movimientos literarios y/o culturales, ésta no centró su accionar en la Capital Federal únicamente. Justamente se destacó porque los emprendimientos estallaron a lo largo y ancho de nuestra Argentina. Así nacieron publicaciones y movidas en los sitios más inesperados, que luego serían puntos clave en el quehacer y desarrollo del underground criollo.


En ese contexto encontramos en el sur que un delirante llamado Armos Moreno revolucionó Caleta Oliva, un pueblito de Chubut, con su revista Viento. Viento sacudió pueblos y ciudades vecinas con sus propuestas que integraban muestras plásticas, lecturas y recitales de rock. Armos mantuvo su lucha sin descanso, denunciando, proclamando la libertad de la palabra en los más terribles años. Toda la patagonia comenzó a integrarse a su proyecto y como si esto fuese poco el loco Moreno armó lo que se denominó SURROCK, un sitio de expresión de las bandas que jamás podrían acceder a un escenario como los grandes grupos. El festival SURROCK llegó a tener cinco versiones consecutivas.


Si bien Armos Moreno agitaba con sus vientos el sur, otras movidas sacudían la modorra inyectada por los dictadores de turno que pretendían que la cultura pasase por los almuerzos fastuosos de una tal Mirta, los movimientos danzantes de una italiana que vino hacerse la América, sin olvidar la anestesia de los goles mundialistas y de aquel cantante popular, luego gobernador democrático, que nos recomendaba tirarnos al río si no nos gustaba la cosa. Tirarnos por propia voluntad, ya que sino teníamos la posibilidad de que otros señores nocturnos se encargaran de esa nefasta tarea.


Así fue que en Córdoba capital, la poesía tenía su difusión a través de la revista "Simplemente". En La Falda surge el mítico festival de rock LA FALDA ROCK, una alternativa más que interesante de encuentro: carpas, mochilas, fogones, amor libre, viajes místicos y locura poética desenfrenada.


Otra señal alternativa se abría en Mercedes, Buenos Aires con "Vivir la Esencia" de la mano de Alejandra Monsalvo y José Luis Lucá, unidos a una banda de díscolos colaboradores. Vivir la Esencia fue una máquina incontenible de difusión poética y cultural alternativa. Una catarata de ediciones de los más variados formatos. Estos locos que hoy siguen a través de la web con la "Buhardilla de José" su incansable lucha por un mundo mejor, revolucionaron las calles dormidas de Mercedes y sus alrededores. Quizás Monsalvo y Lucá fueron un ejemplo de cómo se podía extender el movimiento. Viajaron, se comunicaron, crearon, difundieron y nunca abandonaron el barco.


Pergamino fue uno de los pilares, los nombres de Carlos Barbarito, Rafael Restaino, Norberto Picco, los hermanos Bonzón, entre tantos hicieron de esta ciudad agrícola un verdadero centro underground. Revistas como Futuro, Pan, entre tantos intentos, marcaron en la escena nacional un rumbo más que interesante. También en zonas aledañas como San Nicolás y Arrecifes aparecieron revistas de la contracultura setentista. En un Tucumán sangriento el andar subterráneo no calló y en pleno "proceso de reorganización nacional" surgieron en el Jardín de la República revistas, bandas de rock, movidas plásticas que se interconectaron con los otros estallidos del país.


En el Chaco, El Angel Subterráneo, atacó hasta entrados los 80 con una edición excelente desde lo ético hasta lo estético. Todas las publicaciones tenían un movimiento a su alrededor y así surgían los viajes, los encuentros que se preparaban para conocernos: todos viajábamos hasta ese punto para afianzar el movimiento y por sobre todas las cosas para seguir viva la comunicación y la poesía. Había que sobrevivir en un país colmado de asfixia y era necesario una alternativa para seguir viviendo, para seguir cantando, para escapar de fantasmas y asesinos.



La leyenda sigue viva


La movida subterránea, también denominada "prensa alternativa" o "contracultura" tuvo su centro de acción principal en los parques de la ciudad de Buenos Aires. Sí bien, como expliqué en la nota anterior, la plaga under se desparramó por todo el país, Buenos aires no escapó a las reglas y quizás con la suprema influencia del rock de aquellos años, la red cultural antiasfixia pululó incansablemente las callecitas porteñas y los suburbios. Parque Rivadavia y Parque Centenario fueron experiencias inolvidables: domingos por la mañana con la sonora del sábado por la noche y los vestigios del imbatible peregrinar llegábamos para ensayar una especie de feria desordenada. Cada uno ofrecía lo que tenía: revistas viejas, vinilos, remeras pintadas, colgantes, viajes cósmicos, y entre tanta locura se colaban las publicaciones under. Si la policía no molestaba demasiado se armaban guitarreadas y lecturas de poemas.


En estos sitios nos podíamos ver la cara ya que la comunicación postal era la habitual. Así rodaban las nuevas ideas en aquellos días en que la metáfora fue una necesidad para sobrevivir al imperio de uniformes, balas, muertes y fantasmas.


En estos parques errantes agitaban sus pasos publicaciones como: Solosol, Raienai, El Perof, Equilibrio de los silencios, El ojo de la ballena, Antimitomanía, Caminando, Eco contemporáneo, Pleamar, Visceral, La gran aldea, Escritos, Oblicuo, Merlina entre otras.


Las revistas subterráneas estaban agrupadas en el sindicato de prensa alternativa, llamado INDO UAPS. Este organismo funcionaba en Estados Unidos y Europa y se solidarizaba con los locos de la América india que sufrían los desmanes dictatoriales, tan frecuentes en aquellos años. Este sindicato nos conectaba con otras experiencias, difundían nuestros trabajos y denunciaban los atropellos de los dementes militares. De esta manera pudimos denunciar la desaparición de nuestros compañeros de viaje en plena fiesta de papelitos que sacudían los cielos en aquel mundial de la muerte, solidarizarnos con la revolución Sandinista y festejar el nombramiento de nuestro hermano Ernesto Cardenal como Ministro de Cultura de Nicaragua, Ernesto albergó varios poetas que escapaban a la muerte.


Es necesario aclarar, que la movida subte no centralizó sus labores en la prensa únicamente: la poesía fue el eje principal. La poesía brotaba incesante de nuestras cabezas y permitió generar un lenguaje propio, con las influencias lógicas que todos bebemos. Así los beatnicks tuvieron un espacio importante en nuestras cabezas. La poesía subte no aparece en los libros especializados, no les importa a los editores y muchos niegan este movimiento. También es preciso denunciar aquellos subtes que hoy ya no lo son porque así les abre otra puerta y niegan aquella experiencia de la cual fueron parte. Pero pese a todo, un grupo seguimos bregando con la difusión de nuestra generación gracias al apoyo de algunos medios como EL MURO. Seguimos siendo subterráneos, en nuestra vida, en nuestra poesía, en nuestra actitud frente a las cosas de todos los días.(...)


Creo que llegó el instante preciso de seguir este viaje, el que nunca dejamos y que ahora festejamos nuestra victoria con el vino de la inspiración rodeados de compañeros, hijos y recuerdos en el patio de la memoria con fresco aroma a malvón recién regado.



El camino continúa



La Generación Subterránea fue parte de una realidad tan difícil y dolorosa de la Argentina que tal vez ahí resida el ocultismo a la que fue condenada. Tal vez esto implique pensar que todo el sistema disfrazado de progresismo cultural haya continuado su tarea de evidentes censores y destacados formadores de explosiones culturales y editoriales. Lo cierto que escasos medios y/o investigadores decidieron emerger aquellos sueños impresos en la clandestinidad de las almas. A veces resulta confuso entender el porqué de la censura y más aún en estos días por los cuales han pasado más de veinte años de los otros días.


No obstante, debe quedar claro que no es toda tarea de ciertos especialistas, a esto le tenemos que agregar la incapacidad moral de varios miembros de aquella generación que han tachado de su memoria el haber formado parte de la misma. El under fue, más allá de lo literario, una forma de vida, un estilo de ver las cosas, de analizar los hechos, de tomar partido hasta la última gota de aliento.


Esas premisas se siguen manteniendo en muchos de los integrantes de la experiencia subte, pero está claro que en todo movimiento suelen aparecer aquellos síntomas de traidores y traicionados y también se debe entender que en una sociedad como la nuestra, con tantos vaivenes, idas y regresos, era lógico y casi necesario que esto sucediese.


Estamos viviendo un gran vacío cultural y sometidos al destierro de nuestra propia identidad, podríamos decir que estamos padeciendo situaciones similares a los días que dieron origen a nuestra movida con el agregado que han pasado demasiadas tormentas y parece que no entendimos el mensaje.


Una situación económica atroz ataca nuestras pampas, sólo queda espacio para unos pocos y tal vez sea el momento de replantearnos todos aquellos que fuimos y somos parte de aquel sentimiento de volver a transitar aquellos andenes de fuego en la espera de los trenes cargados de truenos. Es más, diría que la Generación se ha puesto en marcha pues nunca abandonó sus ideales.


Hasta aquí, el público ha conocido nuestras revistas, nuestras editoriales y algunos miembros, de ahora en más, con la próxima entrega comenzaremos a mostrar todo el material de la literatura under y sus creadores con la mayor cantidad de datos posibles.


Además quiero hacer un llamado a todos aquellos que estén dispuestos a continuar el camino a que nos unamos y establezcamos contactos. Desde ya gracias por la atención.










Marcelo  Marcolín





Recordamos aquí al poeta Marcelo Marcolín, uno de los artífices de la revista subterránea Antimitomanía, quien falleció el 3 de setiembre de 2011. Marcelo participó de la revista subte quilmeña Octubre, uno de los antecedentes de Propuesta. Reproducimos la siguiente crónica del periodista quilmeño Chalo Agnelli, y recomendamos visitar los sitios donde los poemas de Marcelo siguen brillando para todos nosotros. 



Marcelo Marcolín – No hay silencios, si hay poesía


Crónica de Chalo Agnelli



De paso por Mar del Plata me enteré que el 3 de setiembre había muerto Marcelo Marcolín. Pasada la consternación lógica, mascullando el desasosiego que nos deja la partida de alguien con quien alguna vez compartimos momentos y situaciones, envuelto en una nueva orfandad,  pensé en su vida en la poesía, en su supuesto silencio y recordé el cuento “Pablo”, escrito en 1973 por Elsa Isabel Bornemann, en el que un pueblo se queda mudo porque “las palabras habían perdido su ángel guardián” y fue una niña que las devolvió repitiendo los versos de Pablo, el poeta.


Marcelo Marcolín era un poeta sin pausas de silencio, sus palabras se escurrían de las emociones que atraviesan a los hombres en la vida; a unos los despabilan a otros los abaten. Él era de los primeros. Fue miembro de la llamada Generación Subterránea Argentina, nacida, también, en el verano de 1973, cuando el país se preparaba para derrocar otra dictadura. En una memoria sobre el poeta santafesino Rubén Vedovaldi, Marcolín define: “La generación subterránea en su faz poética produjo un quiebre a partir de la restauración de la democracia […] fue parte de una realidad tan difícil y dolorosa de la Argentina que tal vez ahí resida el ocultismo a la que fue condenada […] El under fue, más allá de lo literario, una forma de vida, un estilo de ver las cosas, de analizar los hechos, de tomar partido hasta la última gota de aliento.


Marcelo nació en Buenos Aires en 1957. Editó diversos boletines poéticos de distribución subterránea: “Artemisa”, “Igni”, “Manifiesto”, “El la­garto press”, “El ojo de la ballena”, este último de extensa difusión, y “Río de la Plata”. Formó parte del equipo editor de la revista “Antimitomanía” y de la edi­torial “La cebra dormida”. Sus autores, entre otros, eran Jack Kerouac, Jorge Boccanera y nuestro Carlos Patiño, con quien mantenía una sincera amistad; su música pasaba por Sabina y seguía fiel a Bob Dylan y a Spineta; música impostada de poesía.




Sus poemas residen en edicio­nes de nuestro país y del exterior. Participó en las antologías: “Poesía 80”, “Poemas para el alba próxima”, “Anuario Antimitomanía”, “Poemas para Nicaragua libre” y “Poemas de un peso”. En forma individual publicó: “Breves” (1976), “La primera letra” (1977), “El fantasma y los otros” (1978), “Las mieses de junio” (1979), “La coronación del príncipe mudo” (1980), “Matecocido” (1984), recopilación de poemas realizados en el período 1980-1983, “La primera letra”, “Ángeles clandestinos”, “Siestas de Wincofón” (1999), "Estrella de sal" (2001), “Esperando el último tren a Cañuelas” (2002), "El viejo automóvil de los sueños" (abril de 2005) y su último libro"Otros elefantes de regreso a la constelación de Orión" (setiembre de 2009). Realizó numerosos plegables, entre ellos, “A escena” (1986). Versos suyos fueron seleccionados por Daniel Serra para la publicación colectiva“Poesía y Poetizar (2011). En 1985 recibió el premio Zargazazú. Con la lectura de sus poemas visitó distintas ciudades.



Fue un militante social y humano, promediando los 80 compartió con otros quilmeños la creación local de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Tuvo cargos públicos de los que salió maltrecho por la flojera y la mezquindad de algunos politiquillos, pero su trabajo por “el decir” fue intenso: colaboró en medios gráficos y radiales como columnista; participó en las revistas digitales: “Estación Quilmes, “Poesía del mondongo”, “El Muro, la guía cultural de Buenos Aires” y “Argensubte” de Miguel Grinberg, blog dedicado a la recopilación de las llamadas "ediciones subterráneas" de Argentina de mediados de los años 70 a mediados de los años 80. In­tervino en la revista oral "Piedra de Toque”de la Sociedad Argentina de Escritores, filial sur. Fue parte del movimiento literario “Isabel Pallamay” y fue director editorial de la revista “El pez en el cielo” (2009), como se denominaba su blog, sustanciado por el epígrafe: “Cuando la lluvia llegue hasta aquí nos daremos cuenta lo hermoso que es que ella baile sobre tu cuerpo. Lo demás, ahora sí, será futuro.”


Comentando el libro “Esperando el último tren a Cañuelas” (2002), escribió Marcos Silber “La actitud poética de Marcelo Marcolín calza el número preciso de esa aspiración. Como escritor que mira de frente la contemporaneidad, no esquiva nada que roce siquiera tangencialmente la suerte de la especie humana. La palabra de Marcelo Marcolín es la de quien honra la palabra con la poesía, es decir con la expresión mayor de la dignidad creativa.”


Estaba casado con Diana Moya, psicopedagoga, y tenían tres hijos. El domingo 13 de noviembre en el “Ríe Bar Cultural” de Bernal, el poeta Carlos Patiño, Valeria Assenza Parisi y Fernando Delgado del blog “Estación Quilmes” (http://estacionquilmes.blogspot.com) organizaron un homenaje a Marcelo con “Poesía y Blues”, en el que se reunieron poetas de aquí, de allá y de muchos otros sitios que recordaron con poemas de Marcelo y los suyos propios al imperecedero amigo de la palabra que acaba de irse, abrió el acto el escritor - poeta librero Néstor Arias con quien proyectaban crear una editorial y lo cerró el mismo Patiño que dio paso al Blues. Nada mejor para el homenaje.


Marcelo Marcolín tenía 54 años y un montón de poesía que desgranar todavía, pero este silencio es ilusorio, siempre habrá una niña, un joven, una mujer esperanzada, un hombre sosegado que apartarán el silencio repitiendo los versos de Marcelo. 




   

   






Algunos sitios para disfrutar la poesía de Marcelo Marcolín: