Cultura “subterránea” y revistas culturales 
en la última dictadura militar argentina




Evangelina Margiolakis


Instituto de Investigaciones Gino Germani. UBA (Becaria de Doctorado)
Facultad de Ciencias Sociales. UBA (Docente)



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Resumen:

Las revistas culturales conforman una mirada privilegiada para reconstruir diferentes proyectos de intervención intelectual. Si bien su carácter es más efímero que el libro, eso mismo les otorga mayor dinamismo y autonomía, así como les permite una relación de diálogo permanente con su contexto. Estas publicaciones han recuperado tradiciones políticas y estéticas, fueron herramientas de debate, aportaron a la reflexión teórica y se vincularon con “formaciones culturales” que tomaron a las revistas como medios de expresión de sus intereses y discusiones.


El trabajo se propone describir la lógica particular de las publicaciones culturales subterráneas durante la última dictadura argentina. Algunas se han autodenominado “subterráneas”. Otras se sintieron incómodas con tal denominación. Algunas presentaron soportes más precarios y otras se preocuparon por su formato. Su circulación fue variada, sus tiradas, heterogéneas aun al interior de una misma publicación. Sin embargo, hay características que las unen, en especial, una postura común frente al “terrorismo de Estado” y la conformación de redes de solidaridad y cooperación a partir de colectivos de publicaciones.


Se indagará en los antecedentes de lo “subte” o “underground”, su vínculo con la denominada “cultura oficial” y otras publicaciones, la conformación de espacios colectivos de socialización, la relación conflictiva con la denominada “cultura oficial” así como su lugar en el denominado mercado de bienes simbólicos. Se abordará esta categorización desde un enfoque que ponga en relación diferentes publicaciones culturales del períodos, comprendiendo estas experiencias en términos relacionales e históricos, analizando sus posiciones y tomas de posición.

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INTRODUCCIÓN


En 1953, el dramaturgo español Alfonso Sastre escribía su obra teatral La mordaza, movido por la necesidad de presentar su experiencia frente a la dictadura franquista. Según palabras del propio Sastre, había tratado de hacer un mensaje “subterráneo”: “Vivimos amordazados. No somos felices. Este silencio nos agobia.”.(1) En 1982, la revista El Porteño publicaba una nota sobre las “revistas subterráneas” que titulaba “El aire contra la mordaza”, donde las describía: “…son una lucha contra la estupidez disfrazada de orden, o el palabrerío que enmascara el miedo”.(2) En una y otra latitud, ambas escrituras describen lo “subte” en oposición a aquello que silencia y amordaza, proveniente de un dispositivo represivo dictatorial. Estos son sus elementos comunes y sin embargo, ¿qué rasgos particulares asumieron las denominadas “revistas subterráneas” en nuestro país en la última dictadura militar?


Intento abordar esta caracterización desde un enfoque que ponga en relación diferentes publicaciones culturales del período, comprender estas experiencias en términos relacionales e históricos, analizar sus posiciones y tomas de posición. Algunas se han autodenominado “subterráneas”. A otras les resultó indistinta o hasta incómoda tal denominación. Se habla de grandes y de chicas. Algunas presentaron soportes más precarios y otras se preocuparon por su formato. Su circulación fue variada, sus tiradas, heterogéneas aun al interior de una misma publicación. Sin embargo, hay características que las unen, en especial, una postura común frente al poder “desaparecedor”.


Me propongo describir la lógica particular de las revistas culturales subterráneas durante la última dictadura argentina. ¿Es su oposición a lo comercial lo que las define? ¿Es por su vínculo contrapuesto y diferenciado frente a las publicaciones que podríamos denominar como “de superficie”? ¿Ha sido su soporte precario o su formato innovador lo que las caracterizó? Para responder a mis interrogantes, es necesario observar la relación de este tipo de experiencias con la denominada “cultura oficial” y su lugar en el denominado mercado de bienes simbólicos.


ANTECEDENTES DE LO SUBTERRÁNEO


La denominación de “subterráneo” o “underground” tiene sus antecedentes en aquellas publicaciones que presentaron una opción diferencial frente al mercado o al predominio de una “estética oficial”. Se multiplicaron en un contexto caracterizado por la imposición de la censura, la represión o el peso de las convenciones o prejuicios sociales. En Estados Unidos, la aparición de este tipo de prensa coincide con la emergencia de los movimientos beatnik y hippie y con fenómenos anti-industria cultural, que dieron origen a la aparición de “Underground Press Syndicate” (Sindicato de Prensa Subterránea). Trabajaron en las vertientes de la experimentación literaria, la crítica al sistema, la cultura de la droga, la liberación sexual, las campañas por los derechos civiles, el rock y la crítica a la guerra de Vietnam, entre otros tópicos.(3)


En nuestro país, la prensa “subte” tiene sus orígenes hacia mediados de los ’60, durante el golpe de Onganía. Publicaciones como Eco Contemporáneo o Contracultura crecieron tras el fervor del mayo Francés de 1968. Entre 1973 y 1976 funcionaron en Buenos Aires destacados centros de difusión cultural, talleres literarios o musicales que necesitaron medios de expresión como El Hemofílico y Grito. Ese período coincidió con el aumento del ingreso universitario, laboral y económico. Durante la última dictadura argentina, nacieron y se multiplicaron gran cantidad de publicaciones “subte”(4), las cuales rápidamente adoptaron esta autodenominación. Abordaron temas como la insurrección popular en Nicaragua, el genocidio, la antidemocracia en El Salvador, o la lucha de los pueblos por una vida justa.(5)


Es importante tener en cuenta que la autodenominación de “subterráneo” o “underground” sólo es posible de pensar en términos relacionales e históricos. En particular, en relación a un contexto de censura y represión. Es por ello que durante la denominada “transición”, estas experiencias se reacomodan y sus propuestas se transforman. Sin embargo, cabe aclarar que no sólo se habló de “subte” a partir de 1976, sino también durante el gobierno de Isabel Perón y el accionar represivo de la Triple A. Por ello, existe cierto consenso entre los protagonistas de las experiencias, en que la denominación incluye una década que va aproximadamente entre 1974 y 1984, momento en que la transición obliga a estas prácticas a “reubicarse” paulatinamente.




Índice de Eco Contemporáneo Nº 4



Por su parte, la denominación de “alternativa” tiene sus orígenes, en el caso de América Latina, a mediados de la década de 1970 y durante la década siguiente. Refiere a una serie de prácticas y reflexiones que surgen luego del fracaso de la implementación de Políticas Nacionales de Comunicación. Más allá de las diferencias respecto de su definición – en especial, la discusión acerca de si la comunicación alternativa debe o no estar inscripta en una praxis transformadora de la estructura social-, la alternatividad implica una opción diferencial frente a la estructura y de propiedad, control y contenidos que han adoptado los medios masivos(6). Se apropia, entre otros, de diversos paradigmas teóricos vinculados a procesos latinoamericanos como la Teología de la Liberación, la Pedagogía Freiriana y la Teoría de la Dependencia, así como retoma elementos vinculados con el acceso, la participación y la horizontalidad en la producción de mensajes.


Durante la dictadura, la autodenominación de “subterráneas” o “alternativas” se fue generalizando de forma espontánea aunque no azarosa, sin producirse mayores discusiones al respecto. Ambos calificativos fueron utilizados indistintamente. De esta manera, conformaron una zona diferenciada respecto de otras. Una muestra de esto lo constituye el hecho de que varios kioscos de revistas(7) incluyeron un panel completo dedicado a las revistas “alternativas”. En un caso u otro, la caracterización refería a aquello que se encontraba en el “límite” o “margen” de lo “establecido”, que intentaba ir “más allá”, que proponía otra jerarquización de temas y claves de lectura, diferentes de las que provenían de otro tipo de publicaciones, que pasaremos a denominar “de superficie”, vinculadas con la denominada “cultura oficial”.



HACIA EL TRAZADO DE UN MAPA DE RELACIONES Y POSICIONES



Un mapa plantea un entramado de relaciones. No es mi intención ubicar cada experiencia en compartimentos fijos y estancos sino comprender esa red de posiciones posibles al interior del campo intelectual. No intento clasificar para reducir sino presentar un panorama que sistematice diferentes publicaciones de la época, identifique líneas editoriales, estéticas o pertenencias políticas. Es importante, a su vez, destacar que todas estas publicaciones conformaron colectivos de revistas y funcionaron de manera conjunta en varios momentos de la dictadura. Eso explica el por qué de mi selección y análisis. Cada experiencia citada se ha tomado como caso paradigmático que representa un universo de otras experiencias. Por lo tanto, si bien no están incluidas todas las publicaciones, aparecen las más significativas y representativas de diferentes posiciones.


Una de las publicaciones subte más tempranas fue El Ornitorrinco, surgida en 1977 (8). Es reconocida como heredera de El Escarabajo de Oro, publicada entre 1961 y 1964, también dirigida por Abelardo Castillo. La revista rescataba el modelo intelectual sartreano del “escritor comprometido”. Un elemento significativo fue su crítica explícita –a partir del uso de ciertas figuras retóricas- al contexto de censura y persecución imperante o al conflicto con Chile, así como la incorporación de la polémica, de las cuales logró mayor visibilidad aquella mantenida con Cortázar alrededor de la temática del exilio. Si bien otras revistas criticaron esta polémica, se ponían allí en discusión las diferentes posiciones respecto de la permanencia y el exilio. Se dio mucha importancia a los concursos literarios y de cuentos y dedicó espacios a discutir sobre lingüística y semiología, incluyendo a Prieto y Roland Barthes.(9)


En setiembre de 1979, salía el Nº 1 de Antimitomanía(10) de la segunda época o bien, el Nº 12 de la primera época –el primer ejemplar data de setiembre de 1973-. La publicación reconocía la influencia de las Revistas Mutantia y su antecesora Eco Contemporáneo, ambas dirigida por Miguel Grinberg. Tanto Mutantia(11) -más vinculada al circuito comercial- como Antimitomanía, recuperaban el movimiento contracultural – especialmente de carácter literario- surgido en Estados Unidos en la década del ’50 y vinculado con la filosofía “beat”, la cual se definía como contracultural, antimaterialista, anticapitalista y antiautoritaria, proclive a mejorar la interioridad de cada uno más allá de sus posesiones materiales y las reglas impuestas por el sistema. Estas experiencias fueron caracterizadas por otras revistas como pertenecientes a la corriente “espiritualista” –aunque a algunos protagonistas de estas prácticas no se ubican en esta clasificación-, dedicada al rescate del orientalismo o lo que se llamó el “Hindú Ups” o “biodiversidad”. En páginas de Antimitomanía se retomaban algunos elementos de la cultura “hippie”, la referencia constante a la figura de Ghandi, el pensamiento de Thomas Merton y otros representantes de la contracultura “beat” como Allen Ginsberg o Jack Kerouac y varias notas dedicadas al rock, en particular, alrededor de la figura de Luis Alberto Spinetta.


Hacia 1978, surgía Ulises(12), revista que a partir de su Nº 3 se fusionaba con Nova Arte(13). Ambas formaron parte de ARCA, la Asociación de Revistas Culturales. Ulises aportaba a la construcción de nuevas formas expresivas que permitieran manifestarse a las nuevas generaciones de escritores, proclamando la caducidad de las normas estéticas heredadas. La revista repudiaba y denunciaba las expresiones decadentitas de los partidarios del “arte por el arte” así como el realismo de “quienes quieren hacer del arte una didáctica de la revolución”(14). La preocupación por profundizar en la relación entre literatura y “ser social” o entre estética y política, estaba presente en sus páginas. De esta manera, el rescate de la figura de Cortázar intentaba armonizar los contenidos realistas de Boedo con las formas modernas de Florida, intentando llegar a una nueva síntesis. La nueva literatura propuesta se proponía así, la búsqueda del “hombre nuevo” desde todos sus ángulos”(15).


Por su parte, podemos ubicar dos publicaciones de carácter surrealista. En 1979, surgía la revista Poddema(16) y dos años más tarde, Signo Ascendente(17). Es interesante observar en ellas la particular apropiación de esta corriente estética en el momento de la dictadura. Esa aventura “surrealista” se resumía en el rescate del deseo, lo inconsciente y el carácter ascendente del signo surrealista, en constante combustión. Así como se incluían poemas, se hacía referencia al movimiento en distintos países y se incorporaban reflexiones sobre el automatismo, Signo Ascendente publicó una nota muy crítica de la guerra de Malvinas en mayo de 1982. En contraposición a esta situación, la revista declaraba la “guerra” al imperialismo, al “olvido”, a los “enfervorizados patrioteros” que “contabilizan los episodios bélicos como goles en un campeonato de fútbol”.(18)


También en 1979 nacía Kosmos(19), revista que podría ser ubicada en una variante sociológica de carácter periodístico que se denominó en ese momento como “testimonial o cultural”, en oposición a aquellas caracterizadas como “espiritualistas”. En esta línea podríamos ubicar también revistas como Cuadernos del Camino, Propuesta para la juventud y Nudos, entre otras. Kosmos formó parte de ARA, la Agrupación de Revistas Alternativas. En sus páginas se incluía un abanico amplio de notas culturales, sociales, políticas y todo aquello que formara parte del “periodismo” alternativo. Se realizaban balances de los medios masivos, se incluían reflexiones sobre el sindicalismo, Derechos Humanos, poemas y notas dedicadas al rock. Se convocaba a cuentistas, poetas y dibujantes a participar en libros que serían editados en México y Argentina. Es significativo el espacio dedicado, además de la literatura, a la música: la nueva Trova Cubana, Alfredo Zitarrosa o Alejandro del Prado, entre otros.


En 1981 surgía Sitio(20), publicación que se reconocía como heredera de su antecesora, la revista Literal(21). La revista -que conformó, según algunos autores, la vanguardia estética- recuperaba el análisis del discurso, el psicoanálisis y el estructuralismo, así como la importancia de las palabras para enunciar una política literaria. En esa reivindicación del lenguaje, se destacaba como elemento significativo el arte olvidado de “escribir entre líneas”. Por ello la referencia a la escritura de Kafka, Joyce, Beckett y Borges. A su vez, asumía gran importancia el “sitio” otorgado a la práctica de la lectura, al permitirnos sustraer un texto y leer autores singulares “sin volverlos exóticos”.(22) Particularmente en sus editoriales, se recuperó la función del intelectual, comprendiendo al lenguaje como modo de intervención política. Un párrafo aparte lo merecen las publicaciones vinculadas con partidos políticos de izquierda. Si bien debido al contexto imperante, el vínculo con las agrupaciones políticas se dio de manera no orgánica, estas publicaciones supieron rescatar sus tradiciones en el terreno de las políticas culturales. Nos referimos a revistas como Contexto(23) -vinculada al PC-, Cuadernos del Camino(24) y Propuesta para la Juventud(25) - ambas vinculadas al PST- y Nudos(26), sucesora de Posta(27)-vinculadas al maoísmo del PCR.


En primer lugar, en 1977 surgía tempranamente Contexto. Es contundente el rescate de todas aquellas figuras y corrientes estéticas vinculadas con la tradición del Partido Comunista: el teatro de Bertolt Brecht, la figura de Héctor P. Agosti, la literatura de Julio Cortázar, Abelardo Castillo y César Vallejo, el muralismo de Antonio Berni y algunas obras vinculadas con el realismo socialista, la experiencia de Teatro Abierto o el rescate del tango. Desde una perspectiva latinoamericana, se abordaban temas como la alfabetización de adultos en el proceso nicaragüense. A su vez, se incluyeron notas sobre la Unión Soviética y sus aspectos vinculados con la vida cotidiana allí, así como conmemoraciones a Carlos Marx y su herencia estética. La revista además, publicaba notas críticas a la censura o en la misma línea, rescataba el cine nacional de carácter testimonial y de denuncia. Hacia 1981, proponía una “real salida democrática” que estuviera respaldada por las fuerzas populares. Me interesa continuar profundizando en las relaciones de influencia recíproca y a la vez de “autonomía”, entre las discusiones al interior del PC en ese momento y lo plasmado en la revista.


En 1977, la revista Posta editaba sus tres primeros números. Como ese nombre ya aparecía registrado, en 1978, deciden publicarla como Nudos. Algunos de los miembros de la publicación se encontraban vinculados con el PCR. Se puede visualizar la incorporación del pensamiento de Walter Benjamin por esos años. Sus miembros reconocen que su interés por el autor surgió a partir de las preocupaciones alrededor de la fotografía del grupo editor. La revista, centrada en diferentes disciplinas estéticas, dio particular importancia a artistas vinculados con la vanguardia como Diana Dowek, Juan Pablo Renzi, Pablo Suárez y Víctor Grippo. Con ellos surgieron discusiones y polémicas alrededor del realismo y la “vuelta a la pintura” que habían experimentado algunos de estos plásticos. Se pueden observar algunos lineamientos vinculados con la política cultural del maoísmo, como el caso de notas dedicadas a la pintura campesina china.


Por último, encontramos dos publicaciones vinculadas al trotskismo. Por un lado, Propuesta para la juventud surgía en 1977. La publicación incluía apartados sobre poesía, teatro y discos, así como la reflexión sobre los géneros literarios, la sexualidad, el cine nacional y una sección pensada desde y para las mujeres. A los dos años de la revista, Propuesta recordaba su surgimiento, en Quilmes. Se trataba de un grupo de gente joven que quería expresarse, mostrar al mundo sus pensamientos, “buscar en medio de los edificios y la fría soledad de las ciudades alguna cosa verdadera. (…) Como una imparable marea subterránea que recorre las ciudades surgen poetas, soñadores, pensadores, músicos, artistas y jóvenes que se cuestionan todo”.(28) La revista pedía ser “desbordada e inundada” con poesía e ideas nuevas, llamaba a la participación desde la concepción de que ella no pertenecía a un equipo de redacción sino que era de todos.


Por otro lado, Cuadernos del Camino -también perteneciente a ARCA- surgía en 1978. Discutió sobre la vanguardia poética, la ciencia, el teatro, la plástica y la narrativa. Es de destacar el vínculo de diálogo que entabló con otras publicaciones, en especial, las pertenecientes a ARCA -como Nudos, Ayesha, Contexto, Oeste, El Ornitorrinco y Nova Arte- y el rescate que realizó de estas experiencia que, para la revista, lejos de vender ídolos o sensacionalismos morbosos, y lejos de estar sostenidas por los grandes capitales, tenían la capacidad de vender al público sus inquietudes y saludables expresiones de interés por los problemas de nuestra cultura.(29) Acorde con su preocupación por la experimentación, la revista fue modificando su tamaño, impresión y diseño. Es importante observar el espacio dedicado a la crítica a la censura y a la reflexión sobre las revistas literarias, comprendidas como vehículo de reflexión de la cultura. Fue una de las pioneras en comprender cómo una revista implicaba un lugar de “militancia de la literatura”.


Hasta aquí, he intentado ubicar diferentes publicaciones en este entramado de relaciones y posiciones. Reconociendo sus diferencias, mi trabajo se propone a su vez, encontrar aquellos puntos en común, en función de su vínculo de “distancia” o “disidencia” -mayor o menor de acuerdo al momento- con la política cultural oficial de la dictadura.



LO SUBTERRÁNEO Y LA DICTADURA: ALGUNOS DENOMINADORES COMUNES QUE CARACTERIZARON A ESTE TIPO DE PUBLICACIONES DOS MODELOS DE POLÍTICA CULTURAL


En relación con el universo de las revistas “subterráneas”, una primera aproximación nos permitiría ubicarlas en el polo opuesto a una publicación cultural como Pájaro de Fuego(30), por dos razones fundamentales: su ubicación en el mercado de bienes simbólicos y por su relación con la cultura oficial. En primer lugar, Pájaro de Fuego se diferenciaba claramente de las publicaciones “subte” por su tirada y modo de circulación. En segundo lugar y respecto de su financiamiento, se trataba de una publicación que incluía publicidades de gran tamaño -hasta podían ser a doble página de grandes empresas e incluía, en ellas y en otras notas, el uso del color. Pero en particular, la publicación retomaba algunas temáticas vinculadas con el canon de la denominada “cultura oficial”. A modo de ejemplo, el primer número de la revista incluía en sus páginas el rescate de la experiencia de la revista Sur y de la figura de Victoria Ocampo. Su tapa recurría al uso del color. Todo el retiro de tapa era una publicidad del Hotel Continental.(31)


Resulta importante detenerse en la primera editorial de la revista en la que se retoman palabras del Secretario de Cultura del gobierno de la dictadura: “Las afirmaciones del Secretario de Cultura merecen iniciar esta aventura intelectual que, desde ahora, propone PÁJARO DE FUEGO. Porque el planteo intelectual de Casal nos ubica en el plano que inevitablemente debemos aceptar cuando meditamos sobre el país de los argentinos. Se afirma que la actual crisis argentina es atípica e implica un corte en nuestra historia. Y estamos de acuerdo. Se afirma que cuando una sociedad toca fondo y siente cuestionado su sistema de valores, el análisis de esa crisis y su superación es un problema cultural. Y estamos de acuerdo. Se afirma que la subversión propuso una guerra total, no sólo bélica. Y estamos de acuerdo. De manera que la meditación de Casal sirve no solamente para interpretar la actitud oficial en materia de cultura. Esas reflexiones sirven, como se ve, para definirnos y para reiniciar de alguna manera, y sobre bases más serias que las habituales, la polémica nacional. Polémica nacional inevitable a la que con seriedad y acaso con imaginación va a servir PÁJARO DE FUEGO”.(32)


Respecto de la relación entre cultura y política, es contundente observar el lugar estratégico otorgado a lo simbólico: la situación política se responde a partir de superar problemas “culturales”. Pájaro de Fuego se hacía eco de la interpretación “oficial” en materia de cultura. Pero también reproducía el análisis de la situación política en los mismos términos en que lo hacía la dictadura, justificando el genocidio a partir de la explicación de la “guerra”, “propuesta por la subversión”. De esta manera, Pájaro de Fuego proponía un modelo distinto de política cultural.


Como contrapunto de estas temáticas vinculadas a publicaciones que podríamos denominar “de superficie”, las revistas “subte” entablaron otro tipo de relación con su contexto y propusieron un modo diferente de intervención intelectual. En primer lugar, fueron consideradas un espacio de difusión de aquellas prácticas que se diferenciaban de la cultura oficial. En sus editoriales, se homologaban los atributos de la juventud y del poeta y se rescataba la inmediatez del periodismo literario, comprendiéndolo como una forma de expresión “creadora” diferente. El rescate de lo estético implicaba recuperar su dimensión vital, un gesto de rebeldía y una vindicación de libertad. Todas reconocían algunos puntos en común: “No vas a ver en ninguna revista alternativa la exaltación al fascismo, una onda antipopular o racista”.(33)


Nos detendremos en algunas temáticas sociales que aparecieron en un gran número de publicaciones culturales de este tipo. Más adelante señalaremos las principales preocupaciones estéticas, el rescate y discusión con ciertas tradiciones y el espacio primordial otorgado a ciertas producciones. Hacia 1978, una gran cantidad de revistas “subterráneas” planteaba una salida pacífica al conflicto con Chile por el Canal del Beagle, ese mismo año se manifestaba en ellas la preocupación por los derechos humanos y relevaban la presencia CIDH(34) y a otros organismos como Madres de Plaza de Mayo o el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ).


El último número de Ayesha -que había surgido en 1978- indicaba las causas de su cierre, producido en febrero de 1980. Si bien se explicaba el agotamiento temático y la imposibilidad de creación de un staff estable, se hacía referencia al contexto de persecución y censura: “Los editores de revistas culturales siempre hemos sido observados con particular interés. Nosotros somos el futuro intelectual del país. De hecho, somos nosotros los que algún día podremos ser “protagonistas”. En este momento, y desde hace dos años atrás, los pasos de los que queremos construir algo útil por medio de la cultura son rigurosamente vigilados. No podría ser de otra manera, y nuestras revistas llegan puntualmente a los escritorios del Ministerio del Interior”. (35) La temática de la censura fue otro tema jerarquizado en estas publicaciones, destacando la necesidad de rescatar la libertad de decir que poseen las revistas “subte”.


En marzo de 1981, Videla era sucedido por Viola, identificado al interior del aparato militar como parte del sector “politicista”.(36) Viola se proponía un acercamiento con diferentes sectores, fundado en la necesidad de recuperar cierta “legitimidad perdida”. Es así como convoca a los jóvenes, en particular, a los editores de revistas culturales a partir de una carta con membrete de la Presidencia de la Nación y enviada por un asesor de Viola. En palabras de los protagonistas de estas experiencias, la carta proponía el diálogo con ciertos jóvenes “que estuvieran haciendo algo” y se aclaraba que no se la hacía pública por temor a una mala interpretación. En una de las reuniones de la Asociación de Revistas Alternativas (ARA) se discute la carta de Viola, y se decide contestarla “repudiando a un gobierno que se debía ir”. Las revistas rechazan la propuesta contundentemente.


Ya en 1982, la crítica a la dictadura se realizaba de forma más explícita. La revista Kosmos lo planteaba en su editorial: “Los militares en el poder continúan automarginándose con los actos que realizan, fomentando la apatía popular contra ellos mismos. La desesperación los obliga a cometer errores irremediables. (…) Mientras, el rol de las publicaciones alternativas sigue siendo, a través del juicio fundado y crítico, ayudar desde la juventud a la reconstrucción del país buscando a cada paso los nuevos caminos para la nueva conciencia”. (37) Este planteo era realizado en un marco en el que el régimen comenzaba a mostrar su agotamiento, agudizándose las contradicciones internas entre distintas fracciones de las Fuerzas Armadas.


Hay un elemento fundamental para contraponer aquellas revistas pertenecientes a la denominada “cultura oficial” de las experiencias de las revistas subterráneas: la importancia asignada a los grupos culturales y editores. Por un lado, las revistas nucleaban grupos de jóvenes que tomaban como órgano de difusión estos medios de expresión, pero cuya actividad no se agotaba en la revista. Por otro lado, la conformación de espacios colectivos de publicaciones implicaba generar lazos de solidaridad en un contexto de represión y persecución, actuando como redes de contención.


Hasta aquí, intenté enfatizar en todas aquellas temáticas que se recuperaban en las revistas “subte” en un contexto dictatorial, muy diferentes de aquellas que se jerarquizaban en publicaciones “de superficie”. La sugestiva idea de “ir más allá” o “llegar al límite” estaba presente en estas publicaciones. Eso mismo hizo que durante la democracia, algunas publicaciones perdieran peso, otras vieran agotadas sus discusiones y otras se volcaran al ámbito comercial. Pero lo que es claro es que, observándolas en términos relacionales, durante la denominada “transición”, las revistas “under” experimentaron movimientos y transformaciones.


LA INTERVENCIÓN CULTURAL COMO MODO DE INTERVENCIÓN POLÍTICA



La discusión en términos “culturales” y el espacio estratégico otorgado a lo simbólico en este tipo de publicaciones, fue correlato de que lo político se encontraba vedado. Muchas de las discusiones en clave “literaria” o de “crítica cultural” implicaron dar cuenta del contexto histórico, a pesar de que el modo de describirlo fuera a partir de figuras retóricas como la “metáfora”, la “elispsis” o la “alegoría”. Como caso significativo, la revista Nudos, que formó parte de la experiencia de Asociación de Revistas Culturales (ARCA), incluyó en sus páginas las expresiones plásticas de Manuel Amigo y la poesía de Jorge Brega, ambos directores de la revista – Amigo en los primeros números y Brega a partir del Nº 3 y hasta su finalización-. Brega publicó en la revista una serie de poemas -entre 1976 y 1983- con los que luego, en 1984, armaría una compilación titulada Poemas de Ausencia(38). Durante 1978, Manuel Amigo comenzó a trabajar en su serie Objetos, inspirada en las desapariciones forzadas de personas durante la dictadura. Gran parte de ese material se mostró en la revista.

Amigo intervino plásticamente elementos domésticos en desuso: zapatos, juguetes, prendas de vestir, utensilios de cocina, herramientas, colillas, trozos de pan. El procedimiento de colorearlos con tonos grises y recubrirlos con una mezcla de arena, cola y yeso, confirió al conjunto un aspecto fósil, remitiendo a fotografías de restos hallados en campos de concentración. Amigo supo resumir su trabajo en el Nº 7 de la revista Nudos en julio de 1980:


“Tomados como monumentos mis trabajos son un homenaje a seres anónimos. En cierta forma también son altares, pero no para adorar a los objetos reunidos en ellos, sino para no olvidar a las personas que evocan. Son altares que mucha gente ha erigido en su interior. Yo trato de sacarlos afuera y mostrarlos (…) Los bultos los paquetes abandonados, han obsesionado a los artistas por lo siniestro de su imagen. El que yo utilice zapatos y oras prendas que alguien ha vestido, es porque tienen un poder de perpetuar presencias que yo utilizo con un sentido preciso.(…) Si yo utilicé esos zapatos que hallé por ahí, fue porque me transmitieron un drama. Ese drama reside en la ausencia de su dueño”.(39)


Los trabajos plásticos de Manuel Amigo nos permiten observar cómo, a partir de figuras retóricas como la elipsis y la metáfora, se intentaba representar las ausencias. El lugar relevante otorgado a las expresiones pictóricas y poéticas era la forma posible de intervenir colectiva y políticamente. El espacio estratégico otorgado a lo simbólico no sólo fue una forma de intervención cultural sino una forma de intervención política, la única posible. Eso es lo que explica el rescate tan significativo de la figura del “poeta” y, por extensión, a todo aquel que trabajara experimentando en la búsqueda de expresiones culturales de diversas formas: el escritor, el pintor, el escultor, el cineasta, el músico.


También en mayo de 1982, la revista Signo Ascendente, dedicada a la apropiación del surrealismo en Argentina, publicaba en su editorial reflexiones acerca de la figura del lugar del poeta: “En este país, donde algunos ya se han mostrado tan propensos a censurar lo que no pueden asimilar, a tocar con sus manos nacionales cuanto está a su alcance, a desvirtuar lo que en su esencia proviene de un estado más puro de libertad, y en cuya historia ya hay signos inequívocos de barbarie tal como el imborrable hecho de miles y miles de desaparecidos, en este país, afirmamos, son a nuestro juicio no menos que una crítica y una denuncia implacables las que deben caracterizar la actitud que salvaguarde en su integridad moral al verdadero poeta” (40). Frente a la censura imperante y el genocidio, la figura del poeta constituía un espacio donde “salvaguardarse”, un refugio posible, la forma de nombrar al “militante”. La preocupación por lo estético daba cuenta de la imposibilidad por mencionar aquello que pertenecía a otro campo: lo que se había transformado era el modo de enunciarse como sujetos políticos.


La primera editorial de El Ornitorrinco Nº 1, concebida como un “manifiesto”, también proponía “poner lo estético, en literatura, por encima de cualquier otra valoración”(41) A lo largo de todas sus editoriales se rescataba la figura del “escritor” y también del “creador”. Esto queda evidenciado en su editorial Nº 5:


“Escribir libros, o más modestamente sacar revistas, contribuir de algún modo a que nuestro pueblo siga cantando y hablando por boca de sus poetas y de sus escritores, y a que la palabra “cultura” no se petrifique en una mera descripción etnológica, esa es la responsabilidad de todos los intelectuales argentinos. (…) Los libros tienen un Destino, decían los antiguos. Y lo tienen. No sólo duran más que quienes los amamos sino que quienes los detestan o les temen. Pensar en esto último, puede devolverle a cualquiera esa secreta alegría que, aún en plena angustia, en plena incertidumbre, hace falta para seguir escribiendo”.(42)


Nuevamente aparece el rescate del escritor en momentos de incertidumbre, la necesidad del pueblo de seguir hablando por medio del “poeta”, de seguir escribiendo para que la palabra perdure, para que la voz no calle y se perpetúe por encima de la angustia. La militancia política se encontraba excluida de la esfera pública. Sin embargo, proponer la creación de una revista cultural y participar en ella, era concebido como una forma de “militancia”. En 1979, Enrique Záttara en Cuadernos del Camino rescataba el rol de ciertas revistas culturales –en realidad, hacía referencia a las revistas “subte” como El Ornitorrinco, Nudos, Ayesha, Nova Arte, Contexto y Ulises- y planteaba que la forma de expresarse en una revista implicaba una visión de mundo y por ende, una forma de militancia.


“Si poemas o cuentos son el modo de expresar una visión donde el concepto ocupa lugar secundario (aunque esto es dudoso, y eso sería objeto de otra discusión), la revista es una creación cuyo objetivo es transmitir una concepción coherente de la realidad, o por lo menos (en el caso de que trato) de una parcela de esa realidad, la literatura y el arte. Si la obra personal representa mi expresión artística, lo que haga en la revista será una militancia, la militancia por una concepción en la que se sustenta aun la propia obra. (…) La idea de una “militancia” que trasciende el marco de la realización puramente expresiva es sin duda una cuestión que el artista se plantea, en tanto se le hace evidente que –aunque inseparables- esa obra personal de que hablamos (la realización estética) se le impone como primordial.”(43)


Hemos podido observar el vínculo particular entre “estética” y “militancia”. Si bien en el campo político la militancia había dejado de existir, en el campo de las revistas culturales la posibilidad de escribir era concebida no sólo como un modo de supervivencia sino como una nueva forma de “militancia”. De esta manera, el modelo de intervención intelectual tomaba lo estético como punto de partida para trascender lo meramente expresivo y transmitir una visión de mundo que permitiera intervenir políticamente.


LA CONFORMACIÓN DE GRUPOS CULTURALES



Las publicaciones “subte” fueron el reflejo de una serie de inquietudes que diversos grupos tuvieron y necesitaron plasmarlo en este tipo de producciones. La experiencia grupal no sólo implicaba el proyecto editorial sino la conformación de grupos de estudio y discusión vinculados a la literatura, la música, la poesía, el debate teórico y político. Esos “grupos culturales” se vincularon entonces con formaciones que constituyeron la posibilidad de generar una trama colectiva y un espacio común de intervención aún en un contexto de fuerte represión y terrorismo de Estado. Más allá de su persistencia en el tiempo, sus transformaciones, sus polémicas, la existencia misma de las revistas culturales en tiempos de dictadura indicaba, incluso en términos de sus protagonistas, un estado permanente de ebullición en la actividad intelectual, marginada de los circuitos habituales y revelaba la voluntad de crear, producir, intervenir en momentos donde –aún con límites, censura y autocensura quedaba sólo la palabra.


Me interesa, a su vez, enfatizar en la necesidad de conformación no sólo de grupos al interior de la revista sino la articulación entre diferentes publicaciones culturales las cuales, más allá de sus líneas editoriales y corrientes estéticas que rescataban, encontraron un espacio conjunto de articulación a partir del que exploraron temas ausentes en otros ámbitos y construyeron una red de lazos sociales de cooperación y colaboración. De esta manera, hacia 1979 surgía la Asociación de Revistas Culturales (ARCA) conformada por Poddema, Ulises, Galaad, Nova Arte, Signo Ascendente, Ayesha, Cuadernos del Camino, Nudos, Oeste y El Ornitorrinco, entre otras. Tras algunos encuentros, las revistas que formaron parte del colectivo ARCA -Asociación de Revistas Culturales-, realizaban en 1979 una conferencia de prensa donde expresaban su oposición a la censura imperante(44). Posteriormente, surgía la Agrupación de Revistas Alternativas (ARA) conformada por Kosmos, Todos Juntos y Quijote, entre las publicaciones más relevantes. Ellas constituyeron un modo particular de intervención colectiva, discusión y puesta en común de intereses.


Esto implicó una serie de diálogos, citas y reconocimientos al interior de las publicaciones que formaban parte de estas experiencias colectivas de articulación. En enero de 1979, El Ornitorrinco publicaba una nota en la que celebraba el surgimiento de Nova Arte: “Estas revistas remueven el clima cultural de un país mostrando que quienes especulaban con un supuesto aquietamiento del impulso creador entre nosotros se equivocan. Lo otro evidente es que los jóvenes que en general son quienes, con grandes sacrificios las hacen, no encuentran acceso a otros canales de expresión.”. (45) La cita cobraba una significatividad distinta: implicaba dialogar, romper el aislamiento, instar al diálogo, generar redes de socialidad, reconocerse en otras experiencias. Y lo que mostraba era la ausencia de otros canales de expresión para esas jóvenes generaciones.




Por lo tanto, es importante destacar la necesidad de crear un frente común basado en la articulación de experiencias, hecho que queda demostrado en la conformación de colectivos de publicaciones. A pesar de ser disímiles y heterogéneas, no se planteaba un debate explícito entre diferentes líneas estéticas y políticas. Horacio Tarcus planteaba en referencia a aquel momento: “Todo el mundo sabía quién es quién pero nadie sacaba los pies del plato porque eran los tiempos de la dictadura. Entonces, las actividades se hacían en común y había mucha solidaridad, pero comunistas eran los comunistas, los compañeros de ruta de los comunistas eran los comunistas, los maoístas eran los maoístas, los trotskistas eran los trotskistas. Había un debate implícito que hoy se podría reconstruir aunque no en la forma agresiva de las confrontaciones abiertas”.(46)




De esta manera, así como existió un clima común durante la dictadura, un análisis exhaustivo de las distintas publicaciones nos permite observar las diferencias entre ellas en cuanto a corrientes estéticas a las que adscribieron y su modelo de intervención intelectual y política. Sin embargo, esas diferencias no se explicitaron públicamente hasta los primeros años del gobierno de Alfonsín. Es allí cuando se visualizan ciertas polémicas y se produce un reacomodamiento de estas publicaciones, teniendo en cuenta que es el contexto el que cambia y esto hace que varios temas que antes sólo tenían un lugar allí, ahora pasen a la esfera pública. Esto obliga a las revistas a definir su perfil y política cultural. Algunas se vuelcan al mercado para lograr una difusión masiva o bien, dejan de existir porque los grupos que las crearon sienten la necesidad de intervenir en otros espacios.


CONCLUSIONES



La historia de las revistas culturales nos permite observar modelos de intervención intelectual y de esta manera, indagar en las relaciones entre política y cultura. Una primera conclusión, me permite destacar que varias de las experiencias descriptas se encuentran fuertemente vinculadas con tradiciones políticas y estéticas de publicaciones paradigmáticas de las décadas del ’60 y ’70, en lo que refiere a la crítica cultural y a ciertos debates. Intento seguir indagando en estos vínculos de continuidad y en las rupturas producidas a partir del golpe militar.




A su vez, es interesante analizar esta zona de las revistas denominadas “subterráneas” durante la dictadura en su relación con la cultura oficial. Encontramos allí una serie de prácticas que, imposibilitadas de constituirse en alternativa de poder debido al contexto represivo, crecieron al margen de ese poder y cuestionaron su funcionamiento. Pero, ¿de qué manera lo cuestionaron? Considero que el cuestionamiento pasó especialmente por generar lazos de colaboración a través de la conformación de espacios de socialidad compuestos por grupos de jóvenes con diversas inquietudes. Su existencia y vitalidad se debe a ese vínculo particular con el poder, el cual generaba, en palabras de sus protagonistas, cierto “aplastamiento”. No pretendo sobredimensionar las prácticas. Pero quisiera aquí señalar algunas cuestiones vinculadas con ciertas lecturas que analizan el rol de estas publicaciones durante la dictadura como un “gesto”, gesto que se diluye a partir de los primeros años de la denominada “transición”. El término no permitiría contemplar la riqueza de tradiciones puestas en juego y en especial, la manera particular en la que en ese período histórico el hecho de participar en estos proyectos fue un modo de “militancia” y de intervención política. Si bien no se constituyeron en alternativa de poder, confrontaron con aquellas publicaciones denominadas “de superficie”. Conformaron colectivos de publicaciones vinculadas con formaciones culturales, construyeron redes de solidaridad, cuestionaron el canon estético oficial, se vincularon con movimientos de Derechos Humanos y agrupaciones políticas. Esto, que en otro contexto hubiera sido una mera enunciación de características, en el contexto dictatorial cobraba otro sentido.

De la misma manera, deseo enfatizar las transformaciones que estas prácticas experimentaron con el triunfo del alfonsinismo. Algunos autores señalan que estos cambios comienzan en los últimos años de la dictadura, cuando se empieza a producir paulatinamente cierta “apertura”, lo que hizo que ciertas publicaciones comerciales se hicieran cargo de temas vedados al gran público hasta ese momento. La nueva coyuntura ubicó a las revistas en otro plano: algunas se volcaron a publicaciones de mercado, otras desaparecieron y otras subsistieron por un tiempo pero con otra dinámica. El ascenso del radicalismo implicó un “balde de agua fría”, en palabras de sus actores, quienes se encontraban mucho más cercanos a experiencias vinculadas con el peronismo o la izquierda.


Para finalizar, me interesa destacar el rol de las revistas culturales en el rescate de su pasado y de su presente. Así como mantuvieron una relación de diálogo y a su vez de conflicto con ciertas tradiciones, configuraron durante la dictadura un vínculo particular con su presente, desafiando los límites impuestos por el poder militar e intentando “ir un poco más allá” de lo permitido y establecido.







Notas


1 Sastre, Alfonso, “La mordaza. Noticia” en: Obras Completas. Tomo I: Teatro, Madrid, Aguilar, 1966, p.
283.
2 “Revistas Subterráneas: El aire contra la mordaza” en: Revista el Porteño Nº 3, Marzo de 1982.
3 Para mayor información, léase: Rivera, Jorge B., El periodismo cultural, Buenos Aires, Paidós, 1995. (p. 100)
4 Hemos tomado aquellas publicaciones que conformaron colectivos de Publicaciones como la Asociación de Revistas Culturales (ARCA) y la Asociación de Revistas Alternativas (ARA). Asimismo, hemos seleccionado aquellas publicaciones vinculadas – aunque no orgánica ni explícitamente debido al contexto imperante- con partidos políticos como Contexto - vinculada al PC-, Nudos - vinculada al maoísmo del PCR-, Cuadernos del Camino y Propuesta para la Juventud, ambas vinculadas al PST. Estas últimas publicaciones, a su vez, formaron parte de agrupaciones de revistas como ARCA. Detallamos seguidamente el corpus de publicaciones:
- Poddema. Publicación periódica para la actividad poética independiente (1979- 1980). Director: Alberto Valdivia. Luego pasa a denominarse Signo Ascendente.
- Signo Ascendente (1981-1982). Redactores: Josefina Quesada, Juan Perelman y otros.
- Ulises. Revista de arte y humanidades (1978-1980). Directores: Horacio García, Horacio Tarcus, Gabriel Vega. A partir del N° 3 se fusiona con Nova Arte.
- Nova Arte. Revista bimestral independiente (1978-1980). Director: Enrique Záttara.
- Galaad (1978-1979). Director: Ricardo Valenzuela.
- Ayesha. Literatura (1978-1980). Director: Alejandro Margulis.
- Kosmos. Periodismo Alternativo (1979-1986). Director: Daniel Schapces. Redactores: Jorge Warley, Julio Canessa.
- El Ornitorrinco. (1977-1986). Directores: Abelardo Castillo, Liliana Heker.
- Sitio (1981-1987). Redacción: Eduardo Grüner y otros.
- Contexto (1977-1984). Editor: Juan Alberto Núñez, luego Ariel Bignami.
- NUDOS en la cultura argentina (1978-1992). Director: Manuel Amigo, luego Jorge Brega.
- Cuadernos del Camino (1978-1980). Directora: Mónica Giustina. A partir de su Nº 3 comenzó a formar parte de ARCA.
- Propuesta para la Juventud (1978-1979). Director: Roberto Catania.
5 Para mayor información, léase: “Revistas culturales. El aire contra la mordaza” en: Revista El Porteño, Año 1 Nº 3, Marzo de 1982.
6 Para mayor información, léase: Simpson Grinberg, Máximo (compilador), Comunicación alternativa y cambio social, México, Premia Editoria, 1986.
7 En especial, los que funcionaban en el centro de la ciudad o en sus puntos neurálgicos, como: Corrientes
y Callao, Estación 9 de Julio del subterráneo y estaciones de Ferrocarril.
8 Revista El Ornitorrinco. Nº 1: Octubre-Noviembre 1977. Nº 14: Julio-Agosto 1986. Directores: Abelardo Castillo y Liliana Heker.
9 Cada ejemplar incluyó cuentos y poesías de autores que iban desde Anton Chejov o Lewis Caroll hasta las nuevas generaciones latinoamericanas, así como la reflexión de diferentes intelectuales como Jean Piaget, Arthur Miller o Leopoldo Marechal. Se impulsó la poesía, el cuento y otros géneros literarios, adquiriendo gran espacio los comentarios de libros y notas bibliográficas.
10 Revista Antimitomanía. Nº 1 (Nº 12 de la segunda época): Abril/mayo 1979. Último Número: 1984. Director: Daniel Eduardo Serra.
11 Revista Mutantia. Zona de lucidez implacable. Nº1: Junio/julio de 1980. Nº 22: Marzo de 1985. Director: Miguel Grinberg.
12 Ulises. Revista de arte y humanidades. Nº 0: Abril de 1978. Nº2: Setiembre de 1979. Directores: Horacio García, Horacio Tarcus, Gabriel Vega.
13 Nova-Arte. Revista bimestral independiente. Nº 1: Setiembre-Octubre 1978. Nº 6: Verano de 1980. Director: Enrique Záttara.
14 “Editorial: Justificación” en: Revista Ulises Nº 0, Abril de 1978. (pp.2-3)
15 Tarcus, Horacio, “Julio Cortázar y la nueva literatura” en: Revista Ulises Nº 0, Abril de 1978. (p.14)
16 Revista Poddema. Publicación periódica para la actividad poética independiente. Nº 1: 1979. Nº 2: 1980.
17 Revista Signo Ascendente. Nº 1: 1981. Nº 2/3: 1981/1982. Redacción: Josefina Quesada, Julio del Mar, Juan Perelman.
18 Contratapa. Revista Signo Ascendente Nº 2-3. Mayo de 1982.
19 Revista Kosmos. Periodismo alternativo. Nº 1: 1979. Nº 26: 1986. Director: Daniel Shapces. Redacción: Julio Canessa, Marcelo Schapces, Jorge Warley.
20 Revista Sitio. Nº 1: Diciembre de 1981. Nº 6: Noviembre de 1987. Redacción: Eduardo Grüner, Jorge Jinkis, Luis Gusmán, Ramón Alcalde., Héctor Grifasi, Mario, Levín, Hugo Sabino.
21 Revista Literal. Nº 1: 1973. Nº 4/5: 1975. Consejo de redacción: Germán García, Luis Gusmán, Osvaldo Lamborghini, Lorenzo Quinteros.
22 “Localización” en Revista Sitio Nº 3, Agosto de 1983. (pp. 3-4).
23 Revista Contexto. Nº 1: Enero de 1977. Nº 26: Diciembre de 1978/Enero de 1984. Director: Alberto Núñez, luego Ariel Bignami.
24 Revista Cuadernos del Camino. Nº 1: Octubre de 1978. Nº 5: Agosto de 1980. Directora: Mónica Guistina. Desde el Nº 3, Alicia Padula. Jefe de Redacción: Juan Carlos Paz.
25 Revista Propuesta para la Juventud. Nº 1: 1977. Nº 22: 1979. Director: Roberto Catania.
26 Revista Nudos en la cultura argentina. Buenos Aires, Nº 1: 1978. Nº 18: 1992. Directores: Manuel Amigo. A partir del Nº 3: Jorge Brega.
27 Revista Posta. Bimestral de arte y literatura. Nº 1: Mayo de 1977. Nº 3: Setiembre de 1977. Se continúa con la revista Nudos. Director: Manuel Amigo.
28 “Cuando… (Editorial) en: Revista Propuesta para la Juventud Nº 17 (Nº Aniversario), Junio de 1979.
29 “Editorial” en: Cuadernos del Camino Nº 2, Marzo de 1979.
30 Revista Pájaro de Fuego. Toda la cultura. N° 1, Buenos Aires, Setiembre de 1977, N° 43: Abril de 1982. Director: Carlos Garramuño.
31 El resto de las publicidades de página completa correspondían a lácteos La Vascongada, Bodegas Tonel
Privado y Colchones Suavestar, entre otros.
32 Editorial: “Un aporte a la polémica nacional” en: Revista Pájaro de Fuego. Toda la cultura. Nº 1. Setiembre de 1977. (pp.6-7)
33 Entrevista a Franco Marleta, director de la Revista Celeste y Bronca en: “Revistas culturales. El aire contra la mordaza” en: Revista El Porteño, Año 1 N° 3, Marzo de 1982.
34 Corte Interamericana de Derechos Humanos
35 “A modo de despedida” en: Revista Ayesha. Literatura Nº 7, Buenos Aires, Febrero de 1980. Director: Alejandro Margulis. (pp.18-19)
36 Un trabajo pormenorizado de la disputa al interior del aparato militar puede encontrarse en: Canelo, Paula, El proceso en su laberinto. La interna militar de Videla a Bignone, Buenos Aires, Prometeo, 2008.
37 “Editorial” en: Revista Kosmos N° 15, Octubre-Noviembre de 1982. (p.15)
38 Brega, Jorge, Poemas de Ausencia. Objetos y dibujos: Manuel Amigo, Buenos Aires, Ágora, 1984.
39 “Manuel Amigo”. Entrevista en: Revista Nudos Nº 7, Buenos Aires, julio de 1980. (pp.13-14)
40 “Presentación” en: Revista Signo Ascendente Nº 2-3, mayo de 1982. (p.1-2)
41 Castillo, Abelardo, “Editorial: Muerte y resurrección de las revistas literarias o seis aproximaciones para armar un ornitorrinco” en: Revista El Ornitorrinco Nº 1, Buenos Aires, Octubre-Noviembre de 1977 (pp.1-2)
42 “Editorial: Los derechos de la inteligencia o el huevo dorado” en: Revista El Ornitorrinco Nº 5, Buenos Aires, Enero-Febrero de 1979. (p.1)
43 Záttara, Enrique, “Revistas Literarias: vehículo de Reflexión en la Cultura” en: Cuadernos del Camino Nº 3, Septiembre de 1979. (pp.31-32)
44 Guiard, Silvia, “Buenos Aires: el surrealismo en la lucha contra la dictadura” en: Löwy, Michael, La estrella de la mañana: surrealismo y marxismo, Buenos Aires, El cielo por asalto, 2006.
45 Revista El Ornitorrinco Nº 5, Enero-Febrero de 1979. (p.26). Directores: Abelardo Castillo y Liliana Heker.
46 Entrevista realizada a Horacio Tarcus en diciembre de 2002.



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